Una década ha tardado David Bowie en publicar un nuevo álbum. Los graves problemas de salud que atravesó a mediados de los 2000 lo mantuvieron apartado de los escenarios salvo colaboraciones muy puntuales y algún papel de relumbrón en el cine como el Tesla de The Prestige.
Pero ahora ha vuelto, y además por sorpresa. Se pueden sacar varias lecciones de este regreso. Primero, que en la música nadie está retirado hasta que se muere. Segundo, que en este mundo repleto de información, de cotilleos, de twits y de twats, de filtraciones y viralidades, todavía se puede trabajar en secreto, completamente a tu aire y pillar a medios y público con el culo al aire presentando un single y un disco por sorpresa cuando te daban todos por acabado. Tal vez por ello la acogida a este disco ha sido tan entusiasta, con críticas casi unánimemente triunfales, por el efecto sorpresa.
Lo cierto es que el disco no está mal, pero tampoco es para tanto. No desentona con el resto de discos que ha hecho estos últimos 20 años, desde que deshizo el proyecto Tin Machine y volvió como solista con Black Tie / White Noise. Discos todos ellos muy dignos, algunos más arriesgados que otros, con relleno y también con temas interesantes, pero sin la capacidad de inspirar, de innovar, de sorprender y en definitiva de ser Bowie que tenían sus discos de los 70, su época dorada. The Next Day no es una excepción. Grabado con el mismo equipo de músicos y con Tony Visconti a los mandos, suena muy parecido a Reality, su antecesor. También tiene los mismos ingredientes, algo de rock guitarrero, algo de electrónica y guiños a las diferentes etapas que Bowie ha atravesado. Si acaso se decanta esta vez algo más por la melancolía (Where Are We Now?), por su lado de crooner torturado a lo Scott Walker (Heat) y por reciclar la etapa de Berlín (The Next Day). También hay algún tema que captura ese nervio melódico con estribillos irresistibles del que hizo gala como Ziggy (Valentine’s Day). Pero no hay nada que sea especialmente memorable o que pueda competir con nada de lo que hizo antes de Let’s Dance, lo que unido a algunos temas de relleno hace que no pueda compartir la euforia de los críticos de medio mundo. Aún así, es un trabajo sólido y digno, y si sirve como excusa para verlo en directo habrá valido la pena. Con creces.
Comentario por Absento
Fotografía por DAVID BOWIE