Cuando el pasado mes de marzo el primer disco de Flying Colors vio la luz, muchos volvieron los ojos hacia él esperando encontrarse la nueva banda de Portnoy tras abandonar Dream Theater, pero en realidad la historia no es así. Flying Colors es uno de tantos grupos y proyectos en los que Portnoy ha tocado la batería también durante su etapa en Dream Theater y Flying Colors le hubiese tenido tras la batería incluso si hubiese seguido con su banda de toda la vida. De hecho, el proyecto empezó a forjarse en el año 2008, gracias a la idea del productor Bill Evans. Según su web, la filosofía que hay tras el grupo se resume de manera sencilla: Músicos virtuosos, un cantante de pop juntos para crear música actual grabada al estilo de los viejos tiempos.
El inicio del disco deja claras las intenciones de crear un estilo sencillo y espontaneo, de no sobreproducir ni sobrearreglar en ningún sentido el trabajo, ni en cuanto a la grabación, que han dejado con la suficiente frescura e imperfecciones, ni en cuanto a las composiciones, que pese a ser muy ricas se apartan lo suficientemente pronto del desarrollo progresivo como para no espantar al oyente accidental.
Y es que no lo hemos comentado, y tal vez debería ser el primer punto de la reseña, ya que ellos mismos se han preocupado de incluir sus nombres propios en la portada del disco. El bajo lo toca Dave LaRue, habitual en combos formados por miembros de Dream Theater y también bajista de Steve Morse, además de haber girado con Joe Satriani, Neal Morse Ex-Spock’s Beard y ahora con una fructifera carrera en solitario toca el teclado y se encarga de los coros y Steve Morse (Kansas, Deep Purple, Steve Morse Band…) cierra la banda a nivel instrumental. ¿Casi nada eh? Pues a lo que íbamos, cierto espíritu Beatles sobrevuela todo el disco, adornan, pero se contienen antes de sobrarse. La labor vocal la desempeña Casey McPherson (Alpha Rev) y es la guinda que acaba de hacer el papel perfecto justo en ese sentido, nada de estridencias ni alardes vocales, símplemente una bonita voz que consigue que los temas suenen asimilables y redondos, agrupados como tema y dejando a cada músico en su sitio, arropando a la canción.
A los instrumentistas virtuosos a veces se les olvida que el santo grial es la canción perfecta, no el sólo perfecto, cuando un instrumentista virtuoso es además capaz de componer y grabar material como este todo el mundo debería rendirse a la evidencia de que no sólo estamos hablando de virtuosos a nivel instrumentista, si no de músicos virtuosos, con todas las facetas que la palabra músico encierra.
Comentario por Oskar Sánchez
Fotografía por FLYING COLORS