No son estos tiempos de sindrome de download / diógenes propicios para bandas como Meshuggah. Si tienes otros veinticinco discos en tu lista de descargas y esperabas darle una vuelta a Koloss, para “ver que tal” mientras te llegaba el siguiente no vas a enterarte de nada. Meshuggah, aun haciéndoles el merecido caso, se hacen áridos y complicados. No son una banda para escuchar mientras haces otra cosa, porque incluso prestándoles toda la atención que merecen vas a notar como tus neuronas se estrujan para conseguir seguir la mezcla de amalgamas rítmicas y brutalidad.
Hace ya más de diez años Fredrik Thordendal definió el sonido de Meshuggah como “Djent”, lo que traducido a una onomatopeya más castellana vendría a ser “Chun”, osea, el sonido que hace la guitarra cuando tapas las cuerdas para hacer los ritmos propios del Thrash Metal. En definitiva, lo que hay detrás de las palabras de Fredik viene a significar que en Meshuggah prima el ritmo sobre la melodía, que no vas a encontrar muchos asideros en los que apoyarte para conseguir que la escucha sea agradable y que te encuentras ante un terreno escarpado por el que te va a costar mucho esfuerzo trepar. Meshuggah son probablemente la banda de metal de riffs más intrincados y complejos. Su influencia en esta última década es grande, aunque no siempre se les nombra como referente.
Koloss es otra gran obra que seguramente te dejará frio hasta que le hayas dado las suficientes escuchas. Habrá mucha gente que se espante tras los primeros minutos, como cuando le das de probar el café a un niño, Meshuggah tienen un sabor áspero que no todo el mundo va a apreciar, pero a veces las cosas que más cuestan son las que más satisfacción producen cuando se consiguen. Meshuggah reclaman tu tiempo y tu esfuerzo, algunos venís haciendo la oreja desde los tiempos del Chaophere, otros tenéis mucho trabajo por hacer… y os estoy entreteniendo.
Comentario por Oskar Sánchez
Fotografía por MESHUGGAH