Prácticamente desde su origen, Dream Theater ha sido la banda a seguir que ha influido y configurado el metal progresivo desde los años 90 hasta el presente. Con medio grupo salido de la Berklee School of Music, su técnica y conocimientos de teoría musical están fuera de toda duda, pero, además, han sabido aglutinar diversas corrientes anteriores para crear un estilo personal que ha devenido en escuela. Partieron, para ello, por un lado, del clásico rock progresivo de los 70, en especial de la vertiente más americana de Rush o Kansas. Por otro lado, continuaron el camino abierto en los 80 por lo que podríamos llamar como “proto metal progresivo”, gente como Queensryche, Fates Warning o Watchtower, y le dieron un toque final con la energía y velocidad de grupos como Metallica. De aquí nacieron obras maestras como “Images and words” y “ Awake”, que les consagraron como cabeza representativa de un estilo cuando apenas llevaban tres discos en el mercado. En este estado de cosas se produjo la salida del teclista Kevin Moore. El sonido de Moore en Dream Theater era muy característico y dotaba de personalidad al grupo, por lo que con la llegada de nuevos teclistas se fueron realizando movimientos estilísticos en busca un nuevo equilibrio. Primero lo intentaron con Derek Sherinian, pero el resultado, “Falling into infinity”, con un sonido quizás más accesible al gran público, parece que no acabó de convencerles por lo que para el siguiente disco, Sherinian no fue renovado y entró Jordan Rudess, con quien Petrucci y Portnoy habían coincidido en el proyecto paralelo Liquid Tension Experiment. Dado el conocido virtuosismo de Rudess, su incorporación parecía acentuar el aspecto técnico de la banda, que con Rudess alcanzaba su punto álgido, dejando de lado de forma definitivo esas ambientaciones más oscuras y evocadoras típicas de Kevin Moore.
Cerrada de nuevo la formación, la banda se puso a trabajar y para ello partieron de lo que, en principio, solo había pretendido ser una pequeña broma en su segundo disco “Images and words”, el tema “Metropolis part 1: the miracle and the sleeper”. No había ninguna intención inicial de hacer una segunda parte de dicha canción, pero la curiosidad que despertó en muchos seguidores y su insistencia en preguntar al respecto les hizo replantearse el asunto y ya hubo un primer esbozo de “Metropolis part2” previsto para “Falling into infinity”, pero quedó fuera por falta de espacio, y por no ajustarse tampoco a la tónica general de este disco.
Con un nuevo disco en perspectiva decidieron llevar la idea aún más allá y convertir “Metropolis part 2” en una obra conceptual que abarcase todo el álbum. Para ello idearon un argumento con aire novelesco aunando asesinatos pasionales, regresiones hipnóticas, flashback temporales y reencarnación en un mismo coctel. El tono de la historia, así como algunos elementos musicales concretos, sobre todo a cuenta de Rudess (algunos guiños musicales instrumentales a la música de los años 20 o interludios de piano y voz por ejemplo), le dan un ligero aire de obra de Broadway en algún momento, algo que en este album resulta una influencia sutil y que luego desarrollarán mucho más en otra obra conceptual años después “The astonishing”, de forma mucho más clara pero con bastantes menos ideas y talento.
Llama la atención que éste sea, probablemente, uno de los discos más pausados de la banda. Con canciones a medio tiempo o lentas de inmensa calidad como “Through her eyes”, “One last time” o “The spirit carries on”, en las que brilla James LaBrie, y un uso muy efectivo de voces femeninas en plan gospel, sobre todo en ´ésta última, en la que se produce un crescendo muy emotivo, en lo que parece ser, en cierto modo, el “mensaje” del disco. También utilizan con gran habilidad desarrollos lentos cortos a modo de interludios, como “Regression o Through my words”, contrastando con los temas largos propios de todo grupo progresivo que se precie. Todo esto no significa que se hayan olvidado de sus habituales compases de amalgama, de los desarrollos instrumentales extensos y de los riffs inequívocamente metálicos. Es de hecho, la combinación entre las partes más duras y más suaves lo que va estructurando la obra y permite que la música evolucione a la vez que el desarrollo de la historia. El álbum contiene tres temas que superan los 10 minutos. Los dos primeros “Beyond this life” y “Home” son puro Dream Theater y contienen casi todos sus recursos clásicos, mientras que “Finally free”, es una especie de recapitulación sobre todo lo anterior que finaliza con un último giro argumental que pone cierre a la historia. Tampoco falta instrumental “marca de la casa”, “Dance of eternity”, que es un más que digno sucesor de “Erotomania” y donde Rudess incorpora su arsenal de trucos de mago a los de Petucci, Portnoy y Myung.
Como colofón, cabe reseñar que el uso de dramatizaciones con actores y efectos en algunos momentos ayuda a clarificar la historia. Además, han sido dosificadas para aparecer en los momentos clave y sobre bases musicales muy apropiadas que las realzan, de manera que se convierten en un elemento más del conjunto.
A lo largo de los 90 Dream Theater sacó una serie de discos y el mundo del progresivo no volvió a ser el mismo. “Metropolis part 2 “ es uno de ellos. ¿Qué mejor argumento para darle una escucha?
Comentario por Oscar G. del Pomar