Para desarrollar ese concepto, a lo largo del álbum recurre a los estilos con los que había estado ensayando en trabajos anteriores. Una base de cantautor folk a lo Dylan, el melodrama de Scott Walker, la electricidad de los Yardbirds que le proporcionaba Mick Ronson a la eléctrica y el glam-rock que estaba empezando a eclosionar en UK de la mano de su amigo Marc Bolan. Con esos ingredientes construye la obra cumbre del género y posiblemente su trabajo más recordado todavía hoy. Además, con su aparición en Pop of the Tops promocionando Starman consigue poner patas arriba todo un país de la noche a la mañana. Los adolescentes enloquecen y tanto chicos como chicas quieren ser como él. Los padres no saben si es un hombre o una mujer y la sociedad en general se escandaliza y fascina a partes iguales. Pero los espectáculos epatantes ocurren cada poco tiempo y se olvidan fácilmente. En el caso de Bowie son las canciones las que consiguen que la criatura perdure en el tiempo. Barbaridades como Moonage Daydream, Rock ‘N’ Roll Suicide o la propia Starman están al alcance de muy pocos.
Pero Bowie no era de los que se acomodan, y entre sus ganas de hacer cosas nuevas y el miedo a acabar como su personaje, tras año y poco y otro par de discos, disuelve la banda (los Spiders From Mars, una apisonadora con Mick Ronson, Trevor Bolder, Mick Woodmansey y Mike Garson) y empieza a dar forma a su etapa de soul blanco, paradójicamente la que casi acaba con él por oscura y excesiva. Pero eso es otra historia.
Un disco audaz, valiente e incluso arrogante, pero con esas canciones se lo podía permitir. Ziggy played guitar…
Comentario por David García