El australiano continúa con su banda original, aunque prescinde por segunda vez de Blixa Bargeld, continúan con su mezcladore habitual, Nick Launay, y cede protagonismo a su compañero de aventuras en sus últimos proyectos en solitario, y bandas sonoras, Warren Ellis, a quien pudimos ver con The Dirty Tree en el CUVA, festival celebrado a principios de diciembre en Santander.
Lo cierto es que Nick Cave y los suyos suenan más rockeros, más fuertes. La preponderancia de los elemenetos básicos del rock deja en un segundo plano a los pianos omnipresentes en su discografía, sentando las bases de una vuelta al sonido más visceral. Aunque con él, nunca se sabe; especialista en responder a las críticas con sonidos inesperados, pero sonando siempre a él. Como siempre, no es un disco de fácil escucha, pero, como siempre, encuentras algo hipnótico cuando consigues profundizar en él. Algo que puede repeler o enganchar, por adictivo y excesivo.
Letras que te dejan mal cuerpo, ahondando en la miseria humana y en nuestra condición cobarde, y reminiscencias de blues rock clásico así como el eclectismo que fue la seña de identidad de este maldito del rock en sus idas y venidas con The Birthday Party, se conjugan para darle un acabado perfecto a este nuevo trabajo, que bajo el sello de Cave, siempre comprende alguna incógnita indescifrable. Se puede decir que el disco contiene, al menos, 4 o 5 canciones realmente memorables, Night of the lotus Eaters entre ellas, completamente hipnótica, Jesus of the moon como balada estrella del disco. Intensidad a raudales lograda gracias a la profusión instrumentística, capas y capas de sonido, en las que Warren Ellis ha tenido mucho que ver, arrebatándole presencia al gran Mick Harvey, hasta ahora, el elemento más visible de las malas semillas.
Comentario por Arantxa Cobo
Fotografía por NICK CAVE AND THE BAD SEEDS