MÖTLEY CRÜE – Shout at the Devil
Siendo sinceros, tengo que reconocer que de manera subjetiva hubiera elegido el Dr. Feelgood antes que este para protagonizar el clásico, me parece un disco más maduro y además andaba por ahí pululando cuando me tocó vivir la adolescencia por lo que le tengo más cariño. Sin embargo, en 1989 el look y las maneras de Mötley Crüe ya eran mucho más moderados, los excesos ya les habían pasado factura y los ochenta con todo lo que ello significa estaban al borde de la muerte, osea, a la altura del Dr. Mötley Crüe eran mucho menos Mötley Crüe, así que vamos a viajar hasta su punto álgido tan sólo seis años antes.
Para entender la provocación que grupos como Mötley Crüe lanzaban a la sociedad Americana y al mundo en general basta con recordar la anécdota del escándalo que se montó cuando en un aeropuerto registraron el equipaje de mano de Vince Neil y se lo encontraron lleno de revistas porno. La noticia fue bien utilizada por managers y prensa para afamar la fama de chicos malos de los Crüe. Si, así de mojigatas eran las cosas en los ochenta, pero no te creas que hemos avanzado mucho desde entonces. La provocación no era nueva, era un calco de lo sucedido en los sesenta y sobre todo en los setenta, las ropas de mujer, el maquillaje, la ambigüedad y sobre todo el hedonismo y el exceso del que hacían gala constantemente. Cierto es que visto con la perspectiva era un movimiento mucho más prefabricado que su antecesor, pero lo cierto es que funcionó y durante los ochenta los de Max Factor hicieron el agosto gracias a tipos como estos.
En lo musical facturaban un rock directo y medido, casi radioformulero, con lucimiento guitarristico en los solos como demandaban los cánones de la época, pero con estribillos y coros constantes, y sin sorpresas en las estructuras, osea, con un concepto muy pop de la música y una dirección clara hacia la búsqueda del single, como prueban imperecederos temas como Looks than Kill, Too Young to Fall in Love o el propio Shout at the Devil cuyos clips ayudaron a aupar el disco hacia la nada desdeñable cifra de los cuatro millones de discos vendidos. El disco también incluía una versión del Helter Skelter de los Beatles que junto con el pentaculo incluido en la carpeta del disco ayudaría a difundir rumores sobre las supuestas vinculaciones satánicas de los miembros del grupo que tan bien funcionaban de cara al escándalo y la promo.
En resumen, los productores y asesores se habían aprendido muy bien la lección de décadas anteriores y sabían lo que funcionaba de cara a la prensa, el escándalo constante era una buena publicidad y fue muy bien usada por la banda y quienes la aconsejaban. Toda esta parafernalia es parte del encanto de la época, pero no hay que olvidar que debajo de todo el maquillaje había unos músicos que, pese a tener clara su vocación de sonar directos y tal vez comerciales (al menos en perspectiva) nos legaron un buen puñado de temas que forman parte de la historia del rock.
Comentario por Oskar Sánchez