THIN LIZZY – Live and Dangerous
“¿Dónde estabas tú en el 77?” Bueno, mientras ese superrockero de la muerrrte que es Loquillo se dedicaba al baloncesto, Thin Lizzy arrasaban los escenarios de todo el mundo y, ya en 1978, presentaban los resultados bajo la forma de un disco doble que además era lo último que grabarían con su formación más célebre, con el guitarrista Brian Robertson a bordo.
Thin Lizzy, junto a Mötorhead y AC/DC, formaban parte del reducido club de representantes del rock duro setentero que al final de la década recibieron el visto bueno del nuevo público que formaban los fans del punk y de la naciente New Wave of British Heavy lo que sea. Lo que, en el caso de los Lizzy, tenía su mérito, no solo por su descarada imagen de estrellas del rock o por sus baladas y sus pasados escarceos con la psicodelia; también porque el romanticón de Phil Lynott imprimía un sentimentalismo, del que los otros grupos carecían, a las historias de los vaqueros, bandidos, gangsters y guerreros espaciales que poblaban el mundo eternamente adolescente de sus canciones.
Live and Dangerous da, sin embargo, una buena idea de lo que atraía a una nueva generación a los conciertos de Thin Lizzy. Aunque el grupo tiene una discografía monumental, ninguno de los discos de estudio es tan redondo como este directo, con una selección de temas tan lograda que casi logra encarnar el ideal de disco-doble-sin-relleno. Todas las canciones reciben, además, unas dosis de dureza y urgencia extra, que permiten al funk de “Johnny the Fox Meets Jimmy the Weed” o el baladeo de “Still In Love With You” no desentonar entre los cañonazos de “Jailbreak”, “Emerald”, “Massacre” o “Sha La La”. El disco, grabado para encajar en la apretada agenda de Tony Visconti, con el que los Lizzy querían volver a trabajar, es también un exponente del género típicamente setentero de los directos retocados en estudio (como los de Zappa o los más semejantes Alive de KISS). Inicialmente Lynott entró al estudio para regrabar alguna parte vocal, luego vino el bajo, y finalmente los guitarristas se apuntaron a la orgía de retoques, despreocupados por la autenticidad, el valor documental y todas estas chorradas que tanto nos preocupan hoy en dia. Curiosamente, quien se haga con el DVD homónimo sacado hace algunos años, podrá comprobar que el directo real de Thin Lizzy apenas se diferencia de lo que se puede oir en este disco.
Dicho todo ello, solo queda ponerlo bien alto y disfrutar de esta linda y primorosa carta de amor a los Marshall al diez. ¿No nacimos con orejas para volárnoslas así, al fin y al cabo? ¿Somos hombres (y mujeres) o fans de Toto?
Comentario por Spoonman