Érase una vez que se era un pequeño reino que nació a finales de los años sesenta en el corazón de Europa llamado Krautrock, que se extendió formando un imperio por todo el mundo durante la primera mitad de los años setenta. Cuando oímos hablar de este estilo de rock progresivo “Made in Germany”, seguro que nos vienen a la cabeza nombres de bandas como las formadas en comunas hippies y colectivos culturales tal como Amon Düül, Amon Düül II, Can Tangerine Dream, Eloy, Kraftwerk… que son los picos del iceberg que formó este movimiento, que renaciendo de las cenizas de la cultura alemana tras la segunda guerra mundial, conjugaba la experimentación avant-garde con el Rock Psicodélico, el Progresivo y la electrónica. Pero como en todo gran movimiento hay muchos más nombres, algunos de ellos, como Frame, sólo llegaron a editar un único álbum, que a día de hoy sigue sonando como una joya.
Editado en 1972, ya nos anuncia que ahí hay algo bueno en cuanto leemos en los créditos que la producción corre a cargo del reputado Dieter Dierks que a lo largo de su extensa carrera ha producido trabajos para artistas de renombre como Scorpions, Tangerine Dream, Rory Gallagher, Accept, Ike & Tina Turner, Eric Burdon, Twisted Sister y largo etcétera.
El corte encargado de abrir el disco es en sí todo un manifiesto de lo que vamos a encontrarnos a continuación, “Frame of Mind”, dónde una sutil guitarra acústica da paso a la voz de Dieter Beckler, cuyo estilo vocal me trae aromas de Iron Butterfly. Sube la intensidad para dar entrada a la poderosa batería de Wolfgang Klaus que prepara el camino al órgano Hammond de Cherry Hochdörfer, junto con Peter Lotz al bajo. Y el duelo entre la guitarra de Andy Kimbergen (muy “Deep Purpelinesca”) y el órgano no se hace esperar y nos acompañará a lo largo de las ocho canciones que componen la obra.
Una de las cosas que más me gustan del conjunto general de la obra es la elección del orden de las canciones, no llegando a empalagar, conjugando perfectamente los sonidos de Hammond con solos de guitarra, alternándose a las riendas de la canción allá dónde la voz les da paso a lucirse. Destacar la suite All I Really Want to Explain, dónde el tono de la canción va variando desde las acústicas iniciales a intensidad del ya mencionado duelo órgano-guitarra. Y de nuevo, hacia el minuto diez, las acústicas retoman el control del tema para volver a crecer junto con la voz y el órgano, y dejarla morir a la voz de Dieter cantando el título de la misma. “If” es mucho más heavy, de nuevo se dejan ver las influencias que Deep Purple tuvo sobre el grupo, donde predomina un potente riff de guitarra, que da paso más adelante a un fantástico solo de Hammond, pero sin llegar a perder presencia la guitarra, que espera su momento para volver a atacar de nuevo en las estrofas y contestar con un brillante solo de guitarra. Tras la tormenta de “If” viene la calma con “Winter” de melódicas guitarras y dulce toque de órgano, sin perder la característica contundencia de las baterías que marcan cada latido de la obra. Aún así, dentro de la aparente calma, también hay lugar para continuar el particular duelo, y dónde la guitarra vuelve a marcar fuertes riffs. En “Penny for An Old Guy” las tornas cambian y comienza todo con un riff de blues que junto con el estilo vocal que adquiere Dieter tira más hacia los dominios de los primeros Black Sabbath. Pero a estas alturas de la escucha ya nos imaginamos que no va a ser todo así, y efectivamente la canción se sosiega volviendo a guitarras sutiles acompañadas por las melodías de voz, que vuelven a dar paso a un nuevo cambio que abre la puerta a su parte final regresando al riff blusero. El río va llegando al mar y la obra se va despidiendo tras su recorrido con una pequeña composición de sólo dos minutos y medio, dónde las acústicas adquieren más protagonismo, y a pesar de la brevedad, les da tiempo a subir progresivamente la intensidad. La despedida del álbum es todavía más breve, “Truebsal” apenas dura 20 segundos, mostrando un sintetizador modulando un psicodélico y distorsionado himno alemán.
Si metiésemos en una coctelera a Vanilla Fudge, Iron Butterfly y Deep Purple, posiblemente esto es lo que saldría. Un disco altamente recomendable para nostálgicos de los sonidos de los primeros 70’s.
Comentario por Dako