Llega a mis manos este fantástico cartel de uno de los mini festivales Underground que de vez en cuando celebrábamos en la Casa de la Música. El año seguramente es de 1994.
Por aquella época la emblemática Casa de la Música ya sufría un deterioro y abandono considerable, y no es porque un puñado de críos intentamos inútilmente poner cierto orden en colaboración con el ayuntamiento de Torrelavega, que como era habitual hacia oídos sordos a nuestras demandas y tiraban reiteradamente balones fuera dejando al espacio morir, y con un peligro real de derrumbe o cualquier otra desgracia que por fortuna no ocurrió…por los pelos.
Un año después la Casa de la Música fue desalojada con nocturnidad y alevosía por parte de la policía Municipal que entraron a los locales vaciaron todos los instrumentos, sin un mínimo cuidado y sin avisarnos. La orden venia, como era de esperar, de alguna “circunspecta” concejalía que repentinamente les entró la preocupación sin darnos, a los jóvenes músicos, una alternativa de locales de ensayo. Bien parecíamos jovenzuelos inadaptados okupas de la contracultura musical torrelaveguense. Pero eso ocurriría un año después más o menos que el día de este gamberro y genial concierto.
Como decía, por aquella época la Casa de la Música ya sufría un abandono brutal y muchas bandas que ocupaban los mejores locales de la planta baja habían abandonado el espacio. Las bandas mas jóvenes y más cañeras solíamos ocupar los locales de la parte superior y las inolvidables buhardillas. Dónde realmente había caña era en los áticos, allí jamás hubo ley, ni postureo, ni absolutamente un ápice de glamour, y eso generó, pese a quién le pese un increíble caldo de cultivo para la novata cultura musical del desecho local.
A medida que las bandas de abajo abandonaban los mejores locales, las pubertinas bandas de arriba íbamos bajando y ocupando esos espacios. El concierto de este cartel se celebró en el primer local que había a mano derecha según entrabas por el hall de la Casa de la Música. Era la zona de las bandas de la “música amable”… Lo demoníaco venía de arriba siempre. Era un local enorme y evidentemente durante unos meses lo convertimos en una improvisada sala de conciertos más underground que la mítica sala neoyorquina CBGB, quizá esto parezca una exageración pero para nuestra adolescencia salvaje cumplía su misión. Aquel olor a humedad y cerveza, las chutas de los yonkis por cualquier esquina, las pintadas guarras, la basura cada vez mayor. Aquel “No Lugar” de la subcultura musical fue quizá, y con todas sus mierdas, complicaciones, precariedades, errores y demás, lo mejor que nos pudo pasar para diferenciarnos del resto de la juventud de la época.
Esa tarde la recuerdo como si fuera ayer, la tengo guardada en mi memoria sellada a fuego, como tantos eventos y situaciones muy locas allí vividas. Recién cumplida la mayoría de edad y en una época pre internet no existía ni la más remota oportunidad de difusión de bolos como existe ahora con las redes sociales, por lo tanto el boca a boca y la elaboración de carteles caseros era el llamamiento idóneo del momento a la turba juvenil a que se viniesen a pasarlo en grande en aquel entrañable agujero. Me acuerdo días antes de estar empapelando con este cartel la zona de vinos, Argumosa, los Yagos, el Way, El Imperial… Y como no, los tableros de anuncios de todos los institutos de Torrelavega. El llamamiento a esta especie de nihilismo cultural juvenil era concienzudo. La intención no era otra que la de ofrecer la juventud local, una especie de TAZ (Zona Temporalmente Autónoma) cultural/musical donde la música ruidosa, la lírica iracunda, la diversión y los excesos propios de la edad estaban asegurados. Creo recordar que el mensaje del propio cartel, lo escribimos en el añorado Cinturón entre altas dosis de Kalimotxo y un montón de canuto. Ahora puede resultar un mensaje agresivo, de mal gusto e incluso provocativo. Esa era la idea y ese era el gancho perfecto para seducir y atraer a la chavalería de la época. Quién a día de hoy se escandalice o le parezca cutre, sucio y digno de vergüenza le aconsejo que mejor estaría ahora controlando lo que hacen sus actuales hijos en este mundo tan chungo de internet, las tablets y los teléfonos móviles. Todo es profundamente generacional pero estoy seguro que hoy en día la chavalería ante las nuevas tecnologías están infinitamente más expuestos ante la incertidumbre de nuestro presente.
El concierto transcurrió según lo previsto, mucho ruido, excesos, diversión y todos los asistentes al evento llenos de bolitas de poliespan hasta casi asfixiarnos. En un momento del concierto a alguien se le ocurrió arrancar el poliespan que estaba en las paredes para insonorizar malamente y empezar a destruirlos hasta convertir el local en una gigantesca montaña de bolitas blancas dando la psicodélica visión de estar enterrados en una montaña de nieve artificial dentro de una auténtica sauna de calor y sudor.
Recuerdo también con nitidez otro concierto guapo que hicimos en el hall de la Casa de la Música en unos carnavales. Solo quedaba una bombilla colgada en el recibidor principal de la Casa y era una iluminación pésima. En un momento dado se fundió y nos quedamos a oscuras. La solución lumínica la encontramos encendiendo una fogata justo en la parte de fuera donde las escaleras del exterior con los bricks de vino, papeles y palos y de esa manera le dimos luz y calor a la velada.
A toro pasado y observando como han cambiado los tiempos, no me arrepiento en absoluto de nada de lo que hicimos en aquellos años, ni ninguna vergüenza de sentirnos orgullosos ( y aun me siento así) de participar en aquella algarada de adolescentes frikis ruidosos y molestos que nuestra máxima aspiración era no ser como el resto y sobre todo pasarlo de puta madre.
Para finalizar deciros que por aquel tiempo Absenta habíamos compuesto una canción que solíamos tocar siempre súper cañera de un minuto escaso de duración que se llamaba “Se Cae”. Evidentemente era una canción dedicada a la Casa de la Música en sus momentos finales y cuando escribí aquella pequeña letra me influyó de sobremanera aquel cuento fantástico gótico de terror de Eduard Allan Poe “La caída de la casa Usher”, en el cual relataba la decadencia final de una familia. La decadencia final como un estado del ser. La Casa de la Música en su recta final encarnaba toda esa decadencia y oscuridad inevitable. La alegoría era radicalmente tentadora.
SE CAE
“Se cae, se cae, esto se cae…
Se cae, se cae, esto se cae…
Se cae, se cae, esto se cae…
Se cae, se cae, esto se cae… Se cae la Casa de la Música….
Aunque esto se haya caído,
Solo queda en pie el ruido,
La muerte, el horror y el miedo…
Destrozando tus oídos.
Se cae, se cae, esto se cae…
Se cae, se cae, esto se cae…
Se cae, se cae, esto se cae…
Se cae, se cae, esto se cae… Se cae la Casa de la Música….”
Absenta.
Texto: Oscar Obregon Imaz