Fue el verano del 93. Pasaba las vacaciones en casa de mis tíos de León. En el piso de abajo mi primo tenía un plato de vinilo en una habitación con las paredes enmoquetadas con un poster de una bomba atómica explotando. Yo empezaba a no querer saber nada de lo que pasaba fuera de esas cuatro paredes. Me pasaba las horas descubriendo su colección, aprovechando que él no estaba. Aun faltaban un par de años hasta que conseguí mi preciada Aiwa con vinilo y bandeja para cinco CD’s, pero de momento en casa yo no tenía plato, ni siquiera CD, y me apañaba con un doble pletina con los altavoces desmontables, algunas casettes originales y una creciente colección de TDK grabadas. Aquel LP apareció ante mi como una joya, recién publicado el Get a Grip y pillándonos en la edad en la que nos pilló acabábamos de abrir los ojos ante Aerosmith, a quienes habíamos descubierto poco antes gracias a su colaboración en el directo de París de Guns N’ Roses que ponían en Antena 3.
Primero le escondí entre mis cosas, con la esperanza de que mi primo nunca se diese cuenta. Luego me rajé y fui a hablar con mi tía y pedirle permiso para llevármele prestado. Ella subió al piso principal a llamar por teléfono. Mi primo, al otro lado de la línea le dió el sí. Volví a mi instituto como un héroe, porque había conseguido material viejo de la banda del momento. Podremos enseñar a nuestros hijos a amar la música, puede que la lleguen a amar tanto como nosotros, a su manera, pero nunca, nunca, nunca, conseguirán entender nuestra vocación de buscadores de tesoros, ni los madrugones para llegar el primero a la tienda, ni entenderán la inmensa alegría, cuando en una feria de repente aparecía ante nuestros ojos ese disco que llevábamos años buscando, o esa rareza inencontrable que casi nadie había escuchado.
Se suele decir que el tercer disco es muy importante en la carrera de una banda, un momento en el que tienen que demostrar si les quedan cosas que decir o si su fórmula mágica se ha agotado. Aerosmith habían pegado un primer pelotazo con su debut, gracias en parte al empuje del single Dream On, que a día de hoy siguen guardando para el encore de su setlist de directo, pero que también incluía otros grandes como Mama Kin, que fue, por cierto, resucitado por GN’R a finales de los ochenta, volviendo al punto de conexión con el que hemos iniciado. Su segundo disco, también incluía temazos, como la versión de Train Kept a Rolling, o Same Old Song and Dance. Sin embargo ambos discos, podrían ser considerados como una rampa de despegue para lo que estaba por llegar. Toys se convertiría en su mayor éxito hasta ese momento, y marcaría un nivel que conseguirían aguantar durante un álbum más, antes de comenzar a caer en barrena, en una espiral de droga y vicio que mantendría a la banda muy inestable hasta mediados de los ochenta cuando volverían a golpearnos consecutivamente con grandes discos como Done With Mirrors, Permanent Vacation, Pump y Get a Grip, a partir del cual comenzaron a pisar cada vez con más frecuencia las peligrosas tierras de la comercialidad y los baladones no aptos para diabéticos.
Toys in the Attic es un disco capital para entender no sólo a Aerosmith, si no para entender el Hard Rock, la reelaboración de las raices americanas en una música más energética, el punto de máxima energía del Rock antes de que el Metal hiciese su aparición en escena. Aquí hay Rock and Roll y R&B a raudales. Como prueba de esas influencias está la versión de Big 10 inch Record, del saxofonista Bull Moose Jackson, que ellos se encargarían de electrificar. Inexcusables son Sweet Emotion, la propia Toys in the Attic o la doblemente clásica Walk this Way, que RUN DMC recuperarían en los ochenta relanzando así además la popularidad de los chicos malos de Boston. Pero el disco va mucho más allá, No More No More es puro Rock and Roll clásico, con ese piano picado dando lugar a la estrofa, Adam’s Apple es riffazo de Blues electrificado, y Round and Round es tan pesadota que me extraña que ningún grupo de Stoner se la haya reapropiado ya, Uncle Salty con su intrigante ambiente blues rockero y una letra que denunciaba el abuso infantil en el entorno familiar, cerrando el disco uno de esos temas lentos por los que para mal y para bien son reconocidos por el público generalista.
Aerosmith son sin duda una de las grandes bandas del universo rockero. Con medio siglo de historia en el que han tenido altibajos, pero han dejado memorables discos capaces de transcender las décadas y las modas. Hay un buen puñado de álbumes suyos que deberían acabar en esta sección, pero Toys in the Attic puede servir perfectamente como resumen e introducción, a quien a estas alturas aun no se haya acercado con atención a su música.