Llevo siguiendo a Ana Alcaide desde la publicación de La Cantiga del Fuego, allá por 2012. Una década desde que la descubrí por casualidad a la salida de una visita a la Sinagoga del Tránsito en Toledo. Siempre me ha parecido que la casualidad tiene algo de mágico, y esta década Ana me ha acompañado en el viaje transformador de la vida. Especialmente en estos diez años de crianza. Por eso, la experiencia de ir acompañado de mis hijos hasta el festival de Getxo supuso anoche mucho más que un concierto.
Ritual llegó en el momento en que más lo necesitaba. Uno de esos años de tormenta en los que lo que más se necesita es música que te ayude a respirar despacio, me pasé la salida de la pandemia enganchado a Wardruna, Trobar de Morte, Heilung, Jonathan Hultén y Ana Alcaide.
Este viaje místico tiene mucho de sanador. Canciones que fluyen como un mantra, que tienen algo de hipnótico y que literalmente bajan el pulso, apagan el ruido y permiten conectar con el yo interior que tantas veces está ahogado por el flujo de pensamientos.
Ritual nace del reencuentro con su amigo Reza Sayesteh a quién conoció durante su estancia en Suecia. Ese viaje fue el inicio de muchas cosas para ella, allí conoció el Nickelharpa y forjó alianzas musicales que se mantienen hasta hoy. Reza es un músico Irani con el que Ana ha colaborado en varias ocasiones. Ritual incluye no sólo su voz y sus interpretaciones al Setar, Tanbour y Daf si no también sus adaptaciones de grandes poetas persas.
En el escenario encontramos también al también Kaveh Sarvarian tocando varias flautas y percusiones persas y a Bill Cooley, director musical del espectáculo, que además toca el ud, varias percusiones y dispara las programaciones.
La música persa tiene la particularidad de estar compuesta en una escala de 17 tonos, y los saltos microtonales de los melismas en la voz de Resa parecen hacerte viajar a un lugar ignoto y antiguo.
La escena se completa con una sencilla pero cuidada escenografía, que incluye proyecciones a cargo de Bill Cooley y la espectacular danza de Sandra Rico, capaz de fusionar baile clásico, contemporaneo, flamenco y oriental con una soltura y fluidez que provocaba momentos bellísimos.
Ritual reclama el valor de las cosas sencillas, de la repetición de los gestos cotidianos convertidos en pequeños rituales hacia una vida elevada. La música de Ana tiende puentes, demostrando que detrás de las culturas y diferentes formas de entender la vida hay seres humanos capaces de conectar, porque en el fondo, todas las vidas buscan lo mismo. La felicidad.
El festival de Getxo continúa adelante con una programación arriesgada y de mucha calidad, incluyendo conciertos de Tanxugueiras, Enredadas, Maria Arnal i Marcel Bages y Neomak. Toda una suerte tener una apuesta tan rotunda a pocos kilómetros de casa. Eskerrik Asko!
Fotografías – Getxoko Kultur Etxea