¿En Cantabria no tenemos agenda musical?. A mi parecer, nunca llueve a gusto de nadie y todos tenemos bandas que querríamos ver cerca de casa. Dicho de otra manera, nos cuesta demasiado salir de nuestra zona de confort.
Es por eso que cuando te animas a ver un concierto en la ciudad, dependiendo de que palo sean las bandas, ya sabes con qué personas te vas a encontrar.
No fué este el caso. Nos acercábamos al palacio de deportes de Santander, para disfrutar del violín de Ara Malikian, y se podía ver todo tipo de “tribus urbanas” haciendo cola para ver el espectáculo (29 euros el pase mas barato).
Una vez dentro con una entrada ligeramente mas reducida que en la última ocasión que visitó la ciudad, dio comienzo el show.
Una potentísima versión del “voodoo chid” de “Hendrix” interpretada por sus músicos (batería, guitarra, contrabajo, viola, violín, violonchelo y percusiones Indias) ya nos dejaba claro que no era un concierto clásico al uso. A mitad del tema entro por un lateral el artista libanes demostrando su virtusionismo y su facilidad para tocar el instrumento sin parar de saltar y bailar.
Sin darnos cuenta y sin saber como, enlazaron este cañonazo de tema con la pieza “réquiem” de “Mozart”. Tanto fue el caso, que en el momento del bajón aún había personas grabando con sus móviles o se escuchaba como se contaban sus anécdotas semanales. Eterna batalla entre los puristas. Aunque yo tenga mi propia opinión, es necesario saber que en este tipo de representacionestan masivas, estas expuesto a perder de vez en cuando el ritmo del concierto. Completando la introducción termino enlazando un tercer tema propio, que como en la presentación nos decía; “he aprovechado a encajar este tema porque está de oferta, lleva tres y pague dos”.
Durante toda la actuación tuvo tiempo para agradecer a los presentes y contarnos en forma de monologo el largo viaje de su violín, fabricado por el gran lutier “Alfredo Ravioli”. Una persona nacida en su imaginación, para intentar engrandecer su instrumento y estar a la altura de los exquisitos violines de sus compañeros. Tocaba el turno de “con nata” tema dedicado a su lutier imaginario.
Entre risas y perplejidad, fueron ejecutando diferentes temas. Un ejemplo claro fue la presentación de “la campanella “de “Paganini”. El estrambótico violinista comentaba que el compositor Italiano tenía el vicio de jugarse todo su dinero, incluso perdió en una ocasión su violín. Al presentarse para los ensayos le prestaron uno de baja calidad, que no daba con nitidez la nota fa sostenido, y tras ausentarse unos instantes rectifico la partitura y esa nota fue sustituida por unas campanillas.
Estas anécdotas te metían de lleno en su peculiar manera de sentir la música.
El buen juego de luces que presentaba el escenario no hizo falta en una de las piezas que mas me impactaron. Él, solo y arrinconado en el escenario, su guitarrista al otro lado, apuntados por un foco cada uno y el resto de las tablas a oscuras. Me pusieron los pelos de punta como si nunca hubiera escuchado música.
Por el contrario cuando interpretaron la obra “1915”, fecha en la que tuvo lugar uno de los mayores horrores de la historia. El genocidio Armenio, con mas de un millón y medio de personas desplazadas y asesinadas, por el gobierno de los jóvenes Turcos en el gobierno otomano. Aquí sí hicieron uso de todo el despliegue visual. Fueron estas dos canciones las mas intensas, emotivas e impactantes del espectáculo. Tremenda representación de “Ara Malikian” girando alrededor de su eje, machacado por mil flashes, nos transportaron a una guerra imaginaria que nos hacía participe de ella.
Increíble la tensión que trasmitía con esos sonidos tan tensos, ayudados por la técnica del pizzicato en gran parte de la pieza. Increíbles todos los músicos respetando los silencios, acompañando perfectamente en cada estrofa y ejecutando perfectamente los tempos y volúmenes de las obras.
De manera mas distendida, interpretaron su famoso tema “el vals de Kairo”. Un vals bonito, con muchos cortes y que no parece que termine de arrancar nunca. Dedicado a su hijo y definido por él mismo como una de sus locuras.
A medida que iba pasando el concierto… ¿sabéis esa sensación de estar en un momento que no quieres que termine nunca? Nos disipó las dudas contando que había firmado en el contrato diecisiete horas y veintitrés minutos de actuación. No fue así, claro está. Si es verdad que la duración rondo en torno a dos horas y media casi tres que se nos pasaron volando.
Entre broma y broma, nos contaba como su padre le obligaba a escuchar grandes compositores clásicos y su hermana por el contrario le quería influenciar con artistas rockeros. Era tiempo para una de sus versiones mas cañeras, el “kashmir de “led Zeppelin. Reconoció también que no le gustaba ni una cosa ni la otra, él quería ser como Jhon Travolta. Y así nos presento su peculiar versión del tema “Misirlou” “Pulp Fiction”. A ritmo tribal y exótico tomo forma esta conocida canción, que hizo arrancar las palmas de todos los espectadores.
Eche en falta la versión de “Radiohead” Paranoid Android, que interpretaron la última vez que le vimos. Pero no faltó su “Pisando flores”, otro melódico tema de los que dan ganas de arrancar a bailar. Seguramente me deje algún otro tema que no recuerdo en el tintero. Ya que acudí como mero espectador sin saber que iba a escribir estas palabras.
Llego la hora de la despedida, teníamos las manos hinchadas de aplaudir tanto. Y el chico melenudo con brazo tatuado recompensó nuestra admiración, con un paseo entre butacas a la vez que interpretaban “Aria” de Johann “Sebastian Bach”. Un final que nos dejaba tranquilos y relajados, sabiendo que habíamos gozado de una gran velada.
(El baile de los pajaritos lo guardo para los afortunados que estuvimos allí).
Mi opinión:
Los que me conocéis, sabéis de sobra que me la suda (perdón por la vulgaridad) el virtuosismo. Le doy valor, claro que sí, pero el mismo valor que le doy a un futbolista, deportista de elite o albañil que trabaja perfectamente sus nueve horas diarias. De nada me vale que los músicos conozcamos mil escalas, mil acordes, mil técnicas si no sabemos transmitir. El violín por sí solo me parece un instrumento estridente y demasiado punzante, y como recurso me parece genial, pero hasta ahí. ¿Entonces, por qué he salido tan satisfecho de un concierto de virtuosos girando alrededor de este instrumento?
Crónica de Joaki Naus.
Fotos de Black8photo