Volvemos a Illera para celebrar una noche en familia, con dos bandas de la vecina Santander, en un cartel que se nos hizo muy apetecible. De un lado unos incombustibles con ya casi dos décadas encima del escenario, y del otro una nueva banda con caras de sobra conocidas.
Bañaperros ofrecían su cuarto o quinto concierto, han grabado ya un disco que publicarán enseguida. Son Juan (Asma, No…), Guti (The Governement…) y Raúl (Soul Gestapo, Los Tupper…). La banda surge para envolver las letras de Raúl Real, que se destapa en castellano con un estilo similar al que desarrolla en sus libros de relatos; La Inteligencia de los Jilgueros y Sopa de Batman. Historias sórdidas con personajes al límite.
Es curioso, a lo mejor me mata, pero escuchar a Raúl en nuestro idioma me hizo pensar en Nacho Vegas. Supongo que porque es uno de los ejemplos más evidentes de narradores de historias en castellano. Sin embargo, el arrope instrumental de guitarras ruidosas, con poso de Sonic Youth, y la brillante, musical y además muy potente batería, me trajo a la cabeza a 713avo Amor. No pretendo comparar, que nunca gusta, pero ya que no tienen música en las redes, a lo mejor sirve para centrar un poco el tiro.
De cualquier manera, su concierto nos tuvo en vilo. La lírica te mantiene atento desde la primera vez que escuchas cada canción, y el continuo contraste de calma e infierno sonoro hace que todo sea muy emotivo y visceral. Todo el mundo iba en ascuas, y todos salimos con ganas de disco, no se puede decir más.
Ídolos lo llevan ya todo ganado desde casa. Cinco discos, dos EP’s y un compartido no es mala tarjeta de presentación, nunca pinchan en directo. Su continuo intento de ser más feos y sucios probablemente les aparte de focos más grandes, pero mira, mejor para nosotros, que podemos seguir disfrutando de su música sin agobios.
Presentaban La Muerte y la Pena, sucesor de La Llamada del Oso de 2019, ha habido una pandemia de por medio, y mucha de la bilis de esos días parece estar recogida en esta nueva colección de canciones. Más violentas, más políticas y aun más desencantadas.
Hace tiempo que Ídolos le dieron la vuelta al marcador con lo que respecta a los escenarios, así que nada nuevo que contar. Lo mejor de una banda es lo que hace sentir al otro lado, y ya sabes, lo que tenemos aquí abajo es todo real.
Conciertos de gente de verdad, en un espacio gestionado por gente de verdad, para un público que sabe lo que va a encontrarse. El trabajo que se está realizando en Illera es impagable, lástima que cada paso adelante lleve tanto esfuerzo y desgaste. Seguimos esperando la ampliación que ya se ha quedado pequeña antes de construirse.