Noche de viernes, y noche de conciertos en el Rock Beer the New. Comienza el show, abren el evento Los Bilge Water. Debo confesar que el pirate metal no se encuentra entre mis géneros favoritos, pero… ¿Qué mejor para empezar el verano que un viaje musical al mar Caribe? Pues bien, abren el set con un hábil y entrañable riff de teclado, seguido de una parte poderosa, de esas que casi te derriten la cara, y empiezo a pensar que pueden dar un concierto, como mínimo, entretenido.
Se puede ver en sus caras que ponen el corazón en lo que hacen, se les nota nerviosos, les faltan tablas, pero creen en lo que hacen y es evidente que tienen mucha ilusión en el proyecto. Esta es la sexta formación del grupo, por lo que seguramente aún están aprendiendo a funcionar de forma cohesionada, denotándolo, los riffs que suenan un tanto ralentizados para lo que en mi opinión pedirían los temas, pero sus tonadillas piratas son capaces de hacer mover los pies, y hacer las delicias del público metalero más joven, y brindar con sus cervezas por la vida pirata. Su puesta en escena fue mejorando a lo largo del concierto, y uno de sus guitarras pareció soltarse un poco y moverse, lo que tuvo un efecto muy positivo en los espectadores.
Estos chicos sólo necesitan tiempo, ya que se ve que trabajan duro, y tratan de prestar atención al detalle, como puede verse con su atención a la estética, dentro de lo que sus medios de grupo novel permiten. Sus temas son divertidos y entrañables, como “Call of the manatees”, que trataba sobre manatíes, adorable animal que aparecía en la hoja de su setlist.
A continuación vemos reclamar el escenario como propio a los zaragozanos Black Seal.
Tienen una estética digna de un grupo de primera línea, pero de forma natural. Sus canciones son afiladas, pesadas, rápidas y poderosas; gracias al virtuosismo de todos sus miembros, transmiten una profunda sensación de desolación y rabia. Su calidad como músicos no hace mas que mejorar según avanzan en el setlist, y parece que su habilidad no conoce límites, sin embargo, pecan de cierta monotonía.
Un poderoso punto a favor es el sincretismo de la banda, que deja entrever influencias de Myles Kennedy, System of a Down, Iron Maiden y otros tantos, que no representan problema alguno para la increíble y versátil voz del cantante. Están muy bien organizados en sus desplazamientos por el escenario, casi coreografiados, y su puesta en escena es impecable, brindando la oportunidad de sacar muy buenas fotos. Como punto negativo diría que quizá las presentaciones de sus temas fueron un poco estereotipadas.
Tal vez no fueran las mejores, pero de entre sus temas, mis preferidas fueron “Hail to the bastards” y “Thousand names”, así como “Rage of the gods”, en la que la batería parecía que iba a explotar, exhausta por la increíble velocidad de los golpes del baterista, que no falló ni una sola nota. Todos sus músicos eran excelentes y bastante simpáticos, podría decir sin miedo a equivocarme que son probablemente uno de los mejores grupos españoles que ha hecho temblar los techos del New.
Y por último, cansados pero no vencidos, ya que hacía un rato que habían estado tocando en vigentes aún los ecos de las últimas notas del concierto que acababan de dar en el ayuntamiento, Dirty Knives, siempre cargados de una energía y una autenticidad refrescante. Su cantante, guitarra rítmico y maestro de ceremonias Brendo Stab, nada más verle, sabes que estás ante una bestia del rock’n roll de las que ya no se hacen, con una actitud genial y rabiosa, como un niño salvaje criado por lobos.
Cabe destacar la impresionante habilidad y aparente facilidad para volar sobre los trastes de su guitarra solista Iceman, que aporta solos eléctricos, calientes y sexys, empuñando una preciosa Gibson SG Cherry.
Al bajo, Söphie Cürr, que nos deleitó con su grave y melancólica voz en “whispers of lies”. Posiblemente éste chico sea el que demuestra más madurez encima de los escenarios. A la batería, Isma Wildside, dando todo de sí mismo, y consiguiendo la nada fácil tarea de estar a la altura de la velocidad y virtuosismo de Iceman.
Les falta aún mucho camino por recorrer, tienen mucho que aprender y progresar; pero tienen lo que hay que tener para ser alguien en el cruel mundo de la escena rockera.
Texto: Miguel Losada Galván
Fotos: Elena Hernández Gómez.