Dicen que ser padre lo cambia todo. De repente dejas de ser el más importante de tu vida, y tienes a alguien a quien cuidar, con intereses y necesidades que pones por delante de tus prioridades. Pero si el Rock and Roll era de verdad, seguro que no va a desaparecer de tu vida. Seguro que compartir las cosas que quieres con la gente que quieres se va a convertir en una experiencia increíble.
En la Billy hay músicos a los que queremos muchos, con los que hemos vivido aventuras previas y posteriores a la paternidad. El Bareto del Vino, Los Mirindas, Chico, Ídolos del Extrarradio, Diva… Lo que fuimos sigue siendo siempre parte de lo que somos.
El mayor acierto que ha tenido Marcos Cao al crear la Billy Boom Band ha sido entender a los niños, y entender qué puede significar el Rock para ellos. Son canciones para niños, desde el niño que fue Marcos / Billy. No canciones educativas, no canciones moralista, si no rock para niños, en el que los niños con sus preocupaciones e intereses son el centro… aburrirse en clase, tener que estar obligado a hacer siempre lo que te mandan, no tener tiempo para hacer lo que te gusta… y luego la capacidad asombrosa de acercar los grandes temas, desde la poesía de Lorca hasta la preocupación medioambiental a las palabras sencillas.
Cada concierto de la Billy es una fiesta porque contagian entusiasmo, y también porque son una reunión de la vieja escena, de los que seguimos a pie de escenario y de los que fueron renunciando cuando empezaron a cambiar pañales, pero de vez en cuando se permiten esta catarsis de la mano de sus peques.
El concierto de Carnavales fue además especial por volver a recuperar este espacio del que por desgracia sólo podemos disfrutar de manera intermitente. Ver a toda la gente, padres, niños, abuelos disfrutando de un espacio público como ese me deja siempre al borde de las lágrimas… de emoción y de rabia, porque es nuestro, y me jode horrores que tengamos que no se use más a menudo, con conciertos de grupos de la ciudad, con intercambios culturales con otras bandas de otros lugares, con proyecciones de filmoteca al aire libre, con conciertos de cámara los domingos por la tarde, con folklore, con actuaciones teatrales… lo que sería un auditorium de una ciudad viva. Torrelavega tiene ganas y ayer lo volvió a demostrar.
Oskar Sánchez