Black Flag no lanzaron “Damaged” para intentar abrirse camino en la escena punk de California de principios de los 80, no, lo lanzaron para intentar dinamitar a la complaciente sociedad yanki de aquella época. No les importaba demasiado vender o no vender, seguir o desaparecer, el daño ya estaba echo y sabían que su odiosa infección seguiría su curso. El disco que nos ocupa es puro napalm, puede que se trate de uno de los trabajos más agresivos y combativos de la historia, la piedra angular de aquella prolífica escena, el álbum definitivo de hardcore punk norteamericano.
La banda llevaba tres años en activo cuando un jovencísimo Henry Rollins entró en ella y la hizo ir una milla más allá en lo que a potencia y compromiso contestatario se refiere. El imponente físico de su nuevo frontman, sus peleas sobre el escenario y fuera de él, y el renovado poderío guitarrero de Greg Ginn, convulsionaron la escena punk de Los Ángeles con tanta contundencia y ferocidad que algunos medios los tacharon de terroristas sonoros y la policía comenzó a vigilar sus conciertos muy de cerca.
En algunas discográficas les rechazaron alegando que la música de “Damaged” era inmoral y anti padres. Así que la banda lo lanzó con SST, sello discográfico de Greg Ginn. Black Flag se lanzaron a la carretera con una furgoneta, un mapa y toda la mala hostia del universo y sentaron las bases para organizar una gira de hardcore punk a nivel nacional.
Los anteriores trabajos de la banda tenían un sonido más cercano al punk de los 70 pero, con “Damaged”, dieron un paso de gigante e inventaron un estilo musical que daría pie a géneros como el thrash metal. Canciones como “Depresion”, “Thirsty and Miserable”, “Rise Above” o “Six Pack” son una buena muestra para respaldar esta afirmación ante los novatos y los escépticos. Rabia, fuego y desesperación para alimentar la onda expansiva que dio a luz a bandas como Metallica, Pantera, Machine Head, GG Allin, Amen, Biohazard y muchas otras. El thrash metal y muchos otros géneros siempre les estarán eternamente agradecidos por su osadía.
Nacho García Álvarez