BOB DYLAN – Bringing it All Back Home
Cuando recibí el mensaje de Oskar pidiendo que eligiera un disco de Dylan para CLASICOS, no lo pensé demasiado, Bringing It All Back Home, le contesté en pocos minutos.
El principal motivo fue mirarme el ombligo, es el segundo disco que me compré del judío malcarado y con el que definitivamente me atrapó. Comencé a escuchar a Dylan con uno de los que dicen, peores discos de su carrera (el muy revindicable Real Life, el directo de la gira del 84 al que yo le tengo un enorme cariño) pero que despertó mi curiosidad lo suficiente para que al mes siguiente gastara mi paga en éste, y escasos meses después fuera Highway 61 Revisited el elegido. Los punteos, los cuernos, las baterías pesadas, los gritos agudos y toda la parafernalia jevi de la época de adolescente dejaban paso a un tipo que era capaz de captar mi atención sólo con su guitarra, con su harmónica, y con canciones de más de 5 minutos sin dejar de escupir palabras que no tenía ni idea de lo que significaban. Después de eso, el jevi nunca más me pareció tan jevi, y un nuevo universo musical sin ningún tipo de restricciones se abrió de golpe. Eran los tiempos en que el descubrir el pasado de la música que me gustaba era importante.
El segundo motivo es obvio, es el disco del cambio, empezando por la portada en la que Bob Dylan parecía un chico sofisticado; el disco con el que muchos comenzaron a echarse las manos a la cabeza: “suenan guitarras eléctricas y baterías”, “lo ha grabado con una banda de blues”, “eso no es folk”… el disco del principio de algo nuevo. Aunque sólo era una piedra de toque, la cara B era completamente acústica, pero acababa con It’s All Over Now, Baby Blue, lo cual se podía tomar como una premonición: “el vagabundo que llama ahora a tu puerta / lleva los vestidos que tu usaste una vez. / Enciende una cerilla, empieza de nuevo / y todo se acabó, Baby Blue”. Tiempos convulsos.
Dylan llevaba grabados 4 discos y sus canciones eran éxitos en voces ajenas; a sus 23 años ya era un icono del mundo del folk, el chico con el que había que “acostarse” y muchos intentaban llevarlo a su corral. Era el momento de dar un par de pasitos, lanzarse y romper la cintura a todos ellos. Le encantaba la versión que The Animals habían hecho de The house of rising sun (el tema popular que había incluido en su primer disco), y maquinaba grabar unas cuantas canciones con banda eléctrica. Tom Wilson, su productor de los últimos discos, fue el encargado de organizar las sesiones de grabación (en algunas entrevistas muy posteriores, el mismo Wilson sugiere que la idea de grabar con banda fue suya).
Da vértigo pensar que el disco está grabado en sólo 3 días (del 13 al 15 de enero de 1965), que varios tema del disco son primeras tomas, que las 3 canciones acústicas que abren la cara B están grabadas del tirón aunque colocadas en distinto orden en el disco – Mr. Tambourine Man, Gates of Eden, It’s Alright, Ma (I’m Only Bleeding) – , que se respetara la toma con arranque en falso de Bob Dylan’s 115th Dream o que prácticamente todas las canciones eléctricas acaban en fadeout. Esto es una muestra clara del espíritu de improvisación de esas sesiones. El resultado es un nuevo sonido, diferente a todo lo que se grababa en ese momento. Había nacido el folkrock, y ya nada volvería a ser igual.
La cara A, la eléctrica, se abre contundentemente con Subterranean Homesick Blues, ese anticipo de rap copiada hasta la saciedad (aunque también hay aquí mucho de Chuck Berry) y que D. A. Pennebacker plasmó en imágenes en el famoso clip de los carteles, ya sabes: “no sigas a los lideres / vigila los parquímetros”. She Belongs to Me es el amor no correspondido (“empezarás sintiéndote orgulloso / de robar para ella todo lo que ve / pero acabarás de rodillas / mirando por el agujero de la cerradura”), de ritmo arrastrado y una hermosa manera de cantar, de mis favoritas. Maggie’s Farm es una canción de negación y autoafirmación a buena velocidad, tomada como himno por muchos (“No trabajaré en la granja de Maggie nunca más”). Love Minus Zero / No Limit es una hermosa canción de amor, otra con ritmo tirado. Outlaw Blues y On the Road Again son la teoría del constante movimiento, del que está fuera de lugar y eso le lleva a no detenerse, algo que con los años llevaría a la práctica. Cierra esta cara Bob Dylan’s 115th Dream, comienzo en falso, parada, risas, la cinta sigue corriendo, toma dos y entra la banda a bloque, impresionante.
La cara B es la cara acústica, cuarto bellas canciones en las que Dylan demuestra que es un gran cantante con una sensibilidad y una suavidad que apabulla (Mr. Tambourine Man , It’s All Over Now, Baby Blue) Gates of Eden, It’s Alright, Ma (I’m Only Bleeding) son canciones oscuras en las que no deja al mundo en el que vivimos muy bien parado (“la corneta interpreta palabras baldías / trata de advertir / que él no está ocupado naciendo / está ocupado muriendo” )y la segunda, además, es otro ejemplo de rapeado a bloque con la guitarra.
Cuando el disco se edita en marzo supone el mayor éxito popular de Bob Dylan hasta el momento, además The Birds versionan Mr. Tambourine Man que llega al nº 1. Inicia una gira exhaustiva por el Reino Unido (reflejada en el documental Dont Look Back de D.A. Pennebaker) y aunque vuelve con muchas dudas de cómo seguir adelante, incluso planteándose el dejar de cantar, en junio comienza a grabar Like a Rolling Stone, canción que había comenzado a “vomitar” en esa gira inglesa. Esta se edita en single el 20 julio y cinco días después vuelve por tercer año consecutivo al festival de folk de Newport dónde le habían coronado como el líder de una generación ¡¡¡Y aparece con una guitarra eléctrica y una banda!!! ¡ESCÁNDALO! Quince minutos y dan por acabado el concierto entre abucheos indignados de los folkies talibanes que se sentían traicionados, y aplausos de otro sector del público. A Dylan prácticamente le suplican que vuelva a salir a tocar algo más, accede de no muy buena gana con una acústica, toca Mr. Tambourine Man y acaba con It’s All Over Now, Baby Blue. El círculo se cierra.
Comentario por El Panoli Optimista