Dicen que en 1956 Owen Bradley le espetó a Buddy Holly durante una sesión de grabación que “That’ll be the Day” era la peor canción que había escuchado nunca. Me imagino a Buddy en plan “You don’t get to be the gatekeeper of my dreams” y menos mal, porque nos habríamos quedado sin una de las canciones esenciales en la formación del Rock and Roll. Al bueno de Owen le quedarían cuatro décadas para tragarse sus palabras, Buddy Holly sin embargo sólo tuvo tres para disfrutar de su revancha.
Como tantos músicos blancos de su generación Buddy enfocó sus primeros esfuerzos hacia el country, pero luego se topó con Elvis. Dicen que ambos fueron esenciales en el cruce de caminos, mientras Elvis conseguía llevar los clásicos de la Race Music a los oídos blancos, Buddy conseguía el aplauso de las audiencias de color. Al igual que Pat Boone hizo con Tutti Frutti (pero con más talento), The Crickets echaron al pasapuré Send Me Some Loving de Little Richard para hacerlo más masticable, poco a poco comenzaba el lento camino de deconstrucción de esa absurda barrera que las notas musicales no comprenden.
Decca realizó una apuesta firme por Buddy Holly; todo el mundo buscaba un nuevo Elvis. Sin embargo el éxito no llega a la primera y de regreso a su ciudad de origen forma The Crickets y vuelve a la carga. En el 57 “That’ll be the Day” alcanza el número uno en un single editado por Brunswick Record y abre camino para “Oh Boy” y “Peggy Sue” que reafirman a las claras su capacidad para crear clásicos atemporales y le meten de cabeza en el círculo de todos los grandes de la década.
Como muchos de los discos de los cincuenta The “Chirping” Crickets es un recopilatorio de distintas sesiones de grabación, singles publicados previamente, versiones… no tiene el sentido de unidad que tendrían los álbumes a partir de mediados de los sesenta. De las sesiones entre el 56 y 58 se recuperarían también temas para sus dos álbumes en solitario y el hecho de que el primero se editase como “The Crickets” y los dos siguientes con su nombre se debe sólo a asuntos legales con la pertenencia del nombre a distintas compañías de discos, así que en realidad cualquier recopilatorio te puede servir como digna entrada a la música de Holly.
En el año 71 Don McClean aun lloraba por el accidente de avioneta que acabó con la vida de Ritchie Valens, The Big Bopper y Buddy Holly; la estela de este último se puede seguir desde los Beach Boys hasta Weezer, pasando por un millón de grupos que se movieron a gusto en la fina línea que separa la rebeldía del rock and roll con el beneplácito de la música comercial. Incluso The Rolling Stones o The Hollies rindieron tributo al álbum que nos ocupa con sendas versiones de Not Fade Away y Maybe Baby.
¿Sabías que The Quarrymen se cambiaron el nombre a The Beatles, para lanzar un guiño a Buddy Holly? De hecho That’ll be the Day era uno de los dos temas que registraron en su primera sesión. Dicen que John Lennon le preguntó a Ed Sullivan en el 64 si estaba pisando el mismo escenario en el que había actuado Buddy Holly en el 57. Seguro que pensaba en él cuando decidió dejar de disimular y utilizar sus gafas de miope en público después de rodar How I Won the War.
El mismísimo Bob Dylan al aceptar el premio Nobel quiso empezar su discurso acordándose de como Holly influyó en su vida. Buddy Holly representa, más allá de sus magníficas canciones, al antihéroe del rock. Subirse a un escenario con una guitarra en la mano y dejar de ser Clark Kent para transformarte en Superman. Todos los perdedores del mundo le debemos una a Buddy.