Casi a la hora prefijada terminaban la prueba de sonido los jóvenes CANTAEBRIA para repartir mucho Rock and Roll en las fiestas de San Ramón en el mítico barrio Juan XXIII de Los Corrales de Buelna.
Vimos a Edgar, bajista, colocarse las gafas de sol, y nos olimos que empezaba lo bueno. Como es costumbre, prendieron el ambiente desde las primeras notas de “Whole lotta Rosie” de los AC/DC donde todo el público se desperezó y alzó los cuernos ávido de música de calidad. Venían dispuestos a quemar el barrio y que ni la lluvia pudiera pararlos, y así fue. Nos demostraron el porqué son más Chulos que un ocho a pesar de su juventud, que no hay respetable que no se metan en los bolsillos a la segunda canción. Hay una conexión brutal entre cada uno de los miembros, siempre con sonrisas y bromas, y una energía desbordante, de la que tanto Víctor como Sete hicieron gala durante todo el repertorio, y que al final acaban contagiando al público. Continuaron a ritmo de las baquetas de Mario con su blusete y se dejaron la piel con su Acero y Plata. (Silver and Steel) que queda más “Maidenizado”).
Estos chicos llevan el rock en la sangre, la melodía del barrio, de los despojos de ciudad, de esos que siempre hemos sido diferentes y a los que jamás nos han importado las miradas por encima del hombro.
Entre euforia y diversión llegó el tiempo de su himno, la canción homónima al nombre de la banda, CANTAEBRIA, dónde la voz de Víctor derrochó potencial aún estando algo jodido de la garganta. Con “Bardalada” y “Volverás a ver el mar” se pusieron un poco románticos antes de montar un auténtico fiestón con “La Posada de los Muertos”. Muchos de los allí presentes regresamos a nuestra adolescencia y fue inevitable no saltar con la birra en la mano, brindando por los viejos tiempos y por los nuevos que están por venir, por supuesto. “La Locomotora del Amor” es otro de sus singles más reconocibles, para cualquiera que les haya visto en contadas ocasiones, (como esta que escribe), que siempre pone la nota de humor y lleva el show a su punto más álgido. Cerraron la noche con “Marihuana”, dejando a los presentes con un gran sabor de boca y la satisfacción de haber vivido una gran velada. Mientras la mayoría del pueblo estaba inmerso en las Guerras Cántabras. Los rebeldes estábamos protegiéndonos de la lluvia en la carpa a ritmo de un hard rock potente con sello de identidad propia donde cada miembro tiene su momento para destacar sin egocentrismos ni tonterías.
Víctor Quevedo es un showman arrollador, que no deja indiferente a nadie, y que espero y deseo que llegue muy lejos, porque hay pocos artistas a nivel nacional que tengan su descaro y su talento. Quiero destacar la maestría de Pablo Eizaguirre a las seis cuerdas que dejó embelesados a los presentes con sus solos. Siempre es una delicia disfrutar de un buen guitarrista, y a Eiza se le nota que vive cada punteo. Su buen hacer y su humildad le convierten en un músico destacable muy por encima de otros de la región. Brindo por muchos años más pudiendo disfrutar de la energía y el hard rock de CANTAEBRIA que siempre no dejan con una sonrisa en el rostro.
¡Chapó, chicos!.
Crónica y fotos: Rebeka Bañuelos.