En una de estas situaciones curiosas que te presenta la vida, el otro día recibimos una llamada de teléfono para invitarnos a participar como extras en la representación de la Ópera Carmen que iba a tener lugar en el TMCE. Al final no necesitaron tantos como creían y los adultos de la casa nos quedamos sin la oportunidad de escuchar cómo se siente un aria a dos palmos de tu cara. Cómo niños sí que les hacian falta, les prestamos al nuestro un rato, y allí que se plantó a agitar el banderín y experimentar como se escucha a un teatro entero aplaudiendo desde las tablas. ¡Qué suerte!
Carmen forma parte de un pequeño ciclo que junto a La Traviata pretende acercar la Ópera a Torrelavega, parece que con éxito, ya que a penas quedaba alguna localidad libre, y se que mucha gente se quedó con ganas y sin entrada.
Me pareció curioso que eligiesen la de Bizet sólo dos días después de la gran manifestación del 8M. Supongo que haya sido fruto de la casualidad, pero la verdad es que hay pocas obras como la Bizet para subrayar el retrato de las mujeres en la historia del arte que un par de días antes nos presentaba Marta Mantecón en Requejada; O puta o santa.
Carmen es la mujer libre, que ama a quien quiere y que conduce a los hombres a la perdición, haciéndoles renunciar a su patria y a su honor, y sólo, en el polo opuesto, la santa madre en su lecho de muerte es capaz de salvar durante un rato al pobre diablo del infierno. Al final (peligro de spoiler con 175 años de margen) aquello que antes llamaban crimen crimen pasional y ahora los de centro derecha llaman violencia doméstica. Don José no soporta que ella prefiera a otro y le casca un “Esta es pa mi o pa mas nadie” en forma de navajazo en el vientre.
La representación corrió a cargo de La Ópera Nacional de Moldavia, con el foso iluminando a una generosa orquesta y un montaje escénico de aupa, con los papeles principales a cargo de Tatiana Spasskaya, Javier Agullo, Verónica Tello y Yurie Maimescu, que a mi, que de Ópera se poco, me parecieron tremendos intérpretes.