Si hay una banda a la que el adjetivo de pioneros le encaja como un guante, ésta es Cream. Pioneros porque con ellos se empezaron a escuchar conceptos que luego se han utilizado hasta la saciedad como el de ”supergrupo” o el de “power trio”. También porque fueron fundamentales en el proceso que fue transformando la adaptación británica del blues de Chicago que habían iniciado unos años atrás gente como John Mayall & The Bluesbreakers, en blues rock, power blues, e incluso hard o heavy rock, así como una influencia indudable en el inicio de la cultura de las jam bands, que desarrollarían Grateful Dead o The Allman Brothers Band. Y todo ello a pesar de la brevedad de su carrera discográfica, motivada en buena parte por las peleas de egos entre el bajista y cantante Jack Bruce y el baterista Ginger Baker. Seguramente esta tensión creativa entre los miembros del grupo, por otra parte ya consagrados antes de su fundación, explica en parte este fulgurante proceso de creación, aunque también algunas de sus flaquezas, sobre todo en sus últimos tiempos, cuando fue a acrecentándose la tendencia a competir entre ellos, más que a crear un resultado conjunto común.
“Wheels of Fire” es el tercer disco de los cuatro que llegó a sacar Cream entre 1966 y 1969 y es, probablemente, el que mejor refleja las múltiples facetas de la banda. A eso ayuda, sin duda, el hecho de que fuera editado como álbum doble, siendo el primer disco en estudio y el segundo en directo. Así puede apreciarse una faceta más basada en la experimentación en arreglos, instrumentaciones y técnicas de estudio y otra, la de directo, mucho más centrada en el virtuosismo instrumental de sus músicos, mediante largos desarrollos instrumentales y extensos solos. También su dualidad entre composiciones propias que podrían encuadrarse dentro del pop británico y el rock psicodélico y otras con una clara base de blues, o que son directamente reinterpretaciones de clásicos del género. Es en este último apartado en el que se encuentran algunos de los puntos culminantes de este trabajo, como una poderosa y respetuosa adaptación del “Born under a bad sign”, que apenas un año antes había inmortalizado el maestro Albert King, y la reinvención del viejo tema de Robert Johnson “Crossroads”, a la que incorporan un tremendo riff de guitarra, que lo ha convertido en uno de los temas fetiche del blues rock. Tampoco faltan buenos temas de cosecha propia como el blues arrastrado de “Politician”, la magnífica “White room”, que se ha convertido en uno de los himnos más recordados de Cream, o la elaborada “Desert cities of the heart”. No es casualidad que detrás de estos tres temas se encuentre Jack Bruce, que se muestra como un brillante compositor y el más prolífico e inspirado de la banda en este disco. Por el contrario, en medio del primer álbum se encuentra la parte más floja de este trabajo, en temas como “Passin´ the time” o “Pressed rat and warthog”, que por momentos se pierden en los arreglos sin ofrecer demasiada sustancia a cambio. A su vez el disco en directo mantiene una calidad más pareja, aunque destacan sobre todo los dos primeros temas, el ya mencionado “Crossroads” y una extensísima versión del “Spoonful” de Willie Dixon. En ellas brilla con luz propia el trabajo de Eric Clapton, en el pico de su habilidad como guitarrista. Baker tiene también su momento de gloria en un prolongado solo de batería en “Toad”. En general las intervenciones de los tres son destacables, y aunque la tendencia a mostrar sus capacidades les lleva por momentos a la dispersión, a cambio permite que los temas se expandan y evita el encorsetamiento. La batalla de egos que llevaría a Cream a su temprana desaparición se muestra en directo de forma latente, pero aún bajo control.
En resumen, quizás el disco más representativo de un grupo fundamental para conocer la evolución del rock en los 60, un clásico indiscutible.
Comentario por Oscar García del Pomar