Tenía muchas ganas de acercarme al ciclo de Las Noches Raqueras. Me parece de justicia que El Palacio de Festivales vaya haciéndose cada vez más accesible a las propuestas de los músicos de Cantabria, y me parece que es momento de que reclamemos fuerte ese derecho. En principio los conciertos son en la Lonja, y bien, porque ver conciertos al fresco siempre gustan, y además ahora con este rollo es un extra de seguridad. También bien, porque seguimos teniendo la inocente esperanza de que alguien que camine por la calle sin hacer pagado la entrada un día se quede escuchando, lo flipe, y se vuelva de los nuestros, aunque la experiencia nos viene diciendo que en la vida real eso tiende a no pasar. Amaneció con sol, pero a la hora del concierto estaba callendo la del pulpo. También bien, incluso mejor. Cruzar la puerta es otra cosa, y puede parecer a veces que aun cuesta dejar al público del rock utilizar las butacas. No se olviden, somos adultos funcionales que pagamos impuestos; el edificio es nuestro.
Tenía aun más ganas de ver a DIVA. El proyecto de Funk surgido con el que este montón de caras conocidas se mantuvieron activos en pleno confinamiento. El plan, supongo, era dar rienda suelta a ese grupo que siempre tienes en mente y nunca acabas de ver el momento de empezar. Componer en confinamiento, grabar en nueva normalidad y presentar en normalidad de la vieja. Jugar una carta discreta en forma de EP y ver si funciona lo suficiente como para convertirse en una banda de largo recorrido, de nuevo supongo.
La normalidad de antes viene con retraso y tal vez nunca llegue, así que pa’lante. La vida no permite ir en otra dirección y no hay dinero que devuelva el tiempo. Sobre las tablas se nota la tensa de cuando unas canciones suenan cara al público por primera vez. Hay algún que otro pequeño tropiezo de primer bolo, pero en general se nota que los nudos que entrelazan esta banda (Chico, La Sonrisa de Julia, Mehnai, Billy Boom Band…) son fuertes. Todos han tocado con todos en diferentes posturas y se nota como fluye la grasa.
Las intenciones rockeras de este grupo de baile te las puedo resumir diciéndote que las versiones son de Led Zeppelin y John Mayall. Vale que es todo asequible para cualquier oreja, pero a la hora de dar guitarrazos no la engañan. Momentazo de solos gemelos, complicidad al máximo que pone los pelos de punta. Maravillosos teclados a lo Stevie Wonder. Philly Sound. Eso sí, también ponen un pie en la salsa si hace falta, porque la sana intención es hacer bailar al público, y olvidarse de todo un rato, que falta hace. Si me vengo arriba y me pongo Diva, perdóname. Como la distancia entre personas es igual en vertical que en horizontal nos animamos a menear el culo bajo la atenta mirada de las azafatas del palacio. Metro y medio, incluso entre gente que luego duerme junta, y bebe de la misma botella, paradojas de la era Covid. En el Mercadona no nos cuidan tanto.
Mehnai está pletórica, canta como se canta a las tres de la mañana cuando no sabes si te miran o no, porque ya no te importa. Mario también se arrima al micro, debería de cantar más rato, lo guapo de esta banda es que aun tienen más talento en la despensa. Si se animan entre unos y otros te hacen un concierto de tres horas y ni te enteras. Se contienen. Seis temas publicados, ochenta minutos de concierto. Ovación eterna. Ganas de más. Ojalá pronto.