Han pasado decenios de su desaparición, pero la figura de Eduardo Benavente sigue presente y actual, con más fuerza que nunca.
¿Cómo es posible que un joven que se marchó con tan sólo 20 años sea tan recordado? ¿Qué hizo Eduardo que le distinguía de los demás músicos de su época? ¿Cómo era de niño? ¿Por qué su siniestrísmo? ¿Qué se escondía detrás de esa imagen dura y atormentada?
A través de un viaje por sus sentimientos descubriremos al niño que soñaba con cosas diferentes a los demás chicos de su edad, al adolescente que odiaba estar solo y al joven que acarició el éxito más absoluto del que únicamente le pudo apartar la cruel mano del destino.
Eduardo era dulce y carióso, realista y rápido ejecutor de sus proyectos. Incansable inventor de sensaciones que sabía explotar muy bien. Era una inteligencia privilegiada de las que surgen cada cierto tiempo y qu´e, desde luego, abundan poco.
En esta obra se desgrana todo eso. Su personalidad es compleja, pero aquí queda al descubierto, tal y como era. Para ello se han recogido testimonios de personas que vivieron junto a él, que actuaron con él, que disfrutaron de su música y le conocieron muy íntimamente. Su padre, Salvador, le recuerda cada día como si el tiempo se hubiera detenido en 1983. Igual que su tía y madrina, Paloma… Nacho Cano, Carlos Sabrafén, Rosa Ángela Viella, Alaska, Ana Curra, Nacho Canut, Edi Clavo, Rafa Balmaseda, Ángel Altolaguirre y muchísimos otros, así como compañeros de colegio y profesores suyos que han aportado su granito de arena.
El resultado es “Eduardo Benavente. El Genio Detrás de la Cortina”.
A partir de este momento, todos sus fans, los que le querían y siempre le han guardado un sitio en su corazón, disfrutarán con su vida, como nunca antes se había contado. Sonreirán con muchas anécdotas y también llorarán, como no puede ser de otra manera. Pero nadie quedará indiferente. Con ilusión, fuerza vital y un impulso irrefrenable se puede llegar a ser inmortal.
Y Eduardo Benavente consiguió lo que está vedado al común de los humanos, llegar a tocar las estrellas con la punta de los dedos, mirarse en el espejo… y ser feliz.