Dario Fo vuelve a Torrelavega, en esta ocasión de la mano de Charo Lopez que recupera este monólogo que ya interpretó hace más de diez años.
De nuevo nos dirigimos al Teatro de Torrelavega, y comprobamos que en esta ocasión está absolutamente lleno. No es de extrañar ya que suele suceder que la gente se siente más atraida por los interpretes de la obra que por la obra en si, y en esta ocasión, evidentemente ver a Charo Lopez en directo ha tenido gran tirón. Incluso se habían puesto tres filas de asientos en los mismos laterales del escenario, aunque supongo que esto era exigencia del montaje ya que Charo interactuó en varias ocasiones con total naturalidad con el público más cercano.
El Zen, o El Arte de Follar es un libro de Jacopo Fo, que su padré transladó a monólogo teatral para ser interpretado por su mujer Franca Rame. Según leo en un artículo de María Castro la obra teatral tenía cierta vocación educativa, e incluso consiguieron que no se clasificase para mayores de dieciocho años para poder interpretarla en los colegios.
El monólogo me ha dejado un sabor bastante agridulce. Seguro que la novelilla de Jacopo no está mal y tiene su gracia, como manualillo de esos de “todo lo que siempre quiso saber…” o “Los mil y un mejores… ” que saca la editorial Papagayo pero teatralmente no me acabó de convencer. Por un lado me parece que queda bastante lejos de la genialidad de Darío Fo en sus obras más políticas, como Muerte Accidental de un Anarquista, y cae en un humor bastante predecible. Por explicarlo de alguna manera tiene bastante caracter italiano, y en ciertas ocasiones me dio por pensar que estaba jugando a ser cómplice del sexo opuesto de una manera tan evidente que más bien parecía una treta de Jacopo para ligarse a alguna italiana entre el público. Quiero decir que me pareció de alguna manera que muchos de los chistes eran demasiado complacientes, y fáciles, buscando la carcajada especialmente del sexo femenino y entrando un poco en el terreno de las coplas de picadillo de la guerra de los sexos que nunca va a terminar. Por otro lado también he de reconocer que ayudó a cortarme la sonrisa la carcajada desmedida de gran parte del auditorio ante cualquier caca-culo-pedo-pis en escena.
La justificación para recuperar el montaje es que poco o nada ha cambiado en esta última década. Es cierto que sigue habiendo mucho miedo con el sexo, y que hay muchos intereses creados para que siga siendo algo oculto y pecaminoso, porque así también es atractivo y entre otras cosas se puede utilizar para vendernos coches deportivos o bebidas refrescantes. Lo cierto es que cargamos con sacos de mierda pestilente legados por toda la historia de la humanidad… y por ello valoro positivamente que se hable de sexo de una manera natural y directa, pero no se si en parte la obra de Jacopo juega también al mismo juego al sacar los colores de los más recatados precisamente por hacer juegos de palabras con tabús. Además afirmar a estas alturas, que el noventa por ciento de los hombres no saben donde está el clítoris ya me parece un poco fuera de lugar, tan fuera de lugar como decir que la mayoría de las mujeres no han tenido un orgasmo… o tal vez es que por aquí nos movemos en un ambiente muy libertino, y ahí fuera la gente sigue siendo así de mojigata.
Para finalizar si que quiero alabar la capacidad de comunicadora de Charo Lopez que consiguió (pese a todo) casi dos horas de entretenimiento sencillo y con algunos momentos muy brillantes, como la naturalidad con la que resolvió el momento en el que comenzó a sonar un móvil en mitad de la representación. Sin lugar a dudas es una de las grandes, y supo sacar lo mejor de un texto que desde mi punto de vista (y siento decir esto, porque tengo mucho respeto por Darío Fo), es bastante flojillo.
Crónica por Oskar Sánchez, fotos por La Voz Digital.