Sentado en el Teatro de Mérida mirando El Regalo de Zeus, pensé un momento sobre la Inteligencia Artificial, y estos tiempos raros que nos ha tocado vivir. La obra parte de ahí, de esta disyuntiva ante el progreso y la memoria. Avanzar, conquistar otro planeta, huir hacia adelante o buscar la raíz de los problemas en este. Recordar lo que fuimos, volver a lo básico y empezar de nuevo.
El calor se hace por momentos insoportable, hay incluso un desmayo. Deucalión y Pirra viajan al Olimpo, a recuperar la esperanza. A reescribir nuestros orígenes, esta vez alejados de la tragedia de Melpómene. Talía apela a la risa a redescubir la esencia de la vida, alejada del egoísmo imparable del capitalismo voraz.
Descubrimos a un Zeus ególatra que ya chochea un poco pero que no se resigna a pasar de la historia a la leyenda. Prometeo confía en nosotros, nos crea más parecidos a los dioses que a los animales, Epimeteo reparte dones y se olvida de los nuestros. Atenea sopla vida… Pandora baila y nos enamora a ritmo de Rita Hayworth y queda libre de toda culpa.
Por un momento hemos retrocedido más de dos mil años. Somos aquellos que escuchaban estas mismas historias, en estos mismos lugares. Porque pese a todo el progreso, la esencia humana sigue siendo la misma. Llegaremos a Marte, beberemos el agua de la luna… pero en algún lugar, aquí abajo, alguien seguirá soplando el cristal, tallando la madera y leyendo en alto los textos clásicos.
Texto y Vídeo: Oskar Sánchez
Fotografías del Facebook del Ayuntamiento de Mérida
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