En una ciudad mercantil regada por las aguas de dos ríos importantes, vive una comunidad en completa armonía y tranquilidad. Sus habitantes son muy trabajadores y colaboran con el bien común. Entre las características más llamativas de estos habitantes cabe mencionar que son personas muy recatadas y serias; jamás se ríen, detestan los juegos y no se dejan invadir por las pulsiones de la vida.
En este aparente orden construyen sus vidas, trabajan, crían a sus hijos, mueren y así de generación en generación. Un día alguien introduce de contrabando en la ciudad un cajón con unos frutos extraños que producen en aquellos que los comen un acceso de impulsividad y alegría desbordantes. Los habitantes que comen estos frutos, denominados ‘prohibidos’, son expulsados de la ciudad y deben refugiarse en un lugar hasta recuperarse: una granja que se asemeja a los leprosarios a los que eran enviados los enfermos de lepra en la antigüedad.
El efecto que causa estos frutos en los pobladores se conoce como el “mal de las hadas”, criaturas a las que todos detestan y consideran malditas y peligrosas. En medio de esta situación se produce la desaparición de un grupo de jóvenes y el detective Chanticleer debe emprender una investigación para conocer un misterioso secreto que yace en el corazón mismo del País de las Hadas.
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