La novela “La Cólera” relata las vivencias de Víctor Antona, un tipo corriente frente a un mundo que se viene abajo y se vuelve, literalmente, loco a pasos agigantados. El motivo de este descontrol son unos brotes de rabia asesina que se están apoderando de la población mundial y de los que nadie está a salvo en casi ninguna parte. A lo largo de toda la novela, Víctor nos dará su visión sobre esta supuesta pandemia desde un punto de vista reflexivo y algo sarcástico. Su relato de lo sucedido interactúa con las impresiones de otro narrador que nos da su visión de lo sucedido a un nivel más global. Esta característica dota a la novela de un ritmo trepidante que te obliga a estar pegado a ella todo el tiempo. Lo mejor de La Cólera es la enorme capacidad de Alberto Díaz para arrastrar y enganchar al lector con una narrativa que nos regala valiosas reflexiones y constante situaciones trágicas, impredecibles e interesantes.
Alberto Díaz es escritor y redactor musical, escribe desde hace dieciocho años para la revista musical Rock N´Roll Popular 1 y ha colaborado en prestigiosas publicaciones musicales como Ruta 66. Hasta el momento, ha publicado la novela Persiguiendo Ángeles (Ediciones Oblicuas), el libro Discos conceptuales: 150 títulos imprescindibles (Lenoir Ediciones) y la novela La Cólera. De todo esto y de mucho más, tuvimos la oportunidad de charlar con Alberto en la entrevista que podéis leer a continuación.
-Hola, Alberto. Recuerdo que comencé a ver películas de terror a una edad muy temprana, más tarde llegaron a mi vida las novelas de Stephen King y, unos años después, la música rock y metal y mi afición por la escritura. ¿Cómo lo recuerdas tú?. ¿Por dónde comenzaste a iniciarte en esta santísima trinidad?
Películas, cómics, libros, discos… todos llegaron, más o menos, a la vez. Probablemente, el cine fue lo primero en cruzar la puerta, pero todas esas fuentes de inspiración han estado ahí desde crío y, obviamente, les debo muchísimo.
– Eres un gran amante del cine, la literatura y la música. Pero, si tuvieses que elegir un género, ¿por cual te decantarías? ¿Cuál de ellos suscita tu máxima pasión?
El cine de terror, obviamente. Es el más divertido, el menos prejuicioso. No necesitas ningún doctorado para disfrutar de las andanzas de Leatherface, Pazuzu o el Drácula de la Hammer. Simplemente, te dejas llevar, no le buscas las costuras al asunto y disfrutas de la aventura durante hora y media. Evasión, simple y efectiva. Amo todos los géneros cinematográficos, pero el horror siempre será mi favorito: desde el slasher más cutre al terror psicológico más jodido, todo vale. Es lo que me cautivó siendo un crío y todavía me sigue pareciendo apasionante. Respecto a la literatura y la música, trato de ser todo lo ecléctico posible: disfruto con Paul Auster tanto como escuchando “Far Beyond Driven”, combino Chuck Palahniuk con The Cramps, a Santiago Lorenzo con los KISS ochenteros más horteras y a Clive Barker con los discos de ambient de Aphex Twin. De nuevo, todo vale. Y la lista, afortunadamente, es interminable.
-Pasemos a hablar de “La Cólera”. Lo primero que me impactó de la novela fue el personaje de Héctor, un tipo negativo, sarcástico, cenizo y desagradable. La típica persona a la que me gustaría ajustar las cuentas, sin ningún tipo de duda. ¿Te basaste en alguna persona real para crear y describir a este caballero?
Héctor es buen tío, no sé por qué le tienes manía. El pobre diablo carga con su cruz y su comportamiento es un mero mecanismo de supervivencia. No tiene que caerle bien a nadie, y ya le va bien así. Es un tipo duro y amargo, con la actitud correcta ante una vida que no le ha tratado especialmente bien. Y todo lo que orbita a su alrededor tiene un peso sustancial en la historia, aunque no diré más, para no hacer spoilers. No me basé en nadie en particular, pero… sí, todos hemos conocido a gente así de avinagrada. ¿Qué quieres que te diga? Yo le tengo cariño a Héctor.
-Como ya he comentado, utilizas una narrativa reflexiva y en ocasiones increíblemente sarcástica. ¿Te inspiras en algún escritor o escritores para desarrollar esta fórmula o es tu forma natural de explicarte a través de las letras?
De nuevo, todo es una inspiración en esta vida. Y no solo por parte de escritores, sino también de músicos. Jello Biafra es un pilar fundamental en mi manera de ver la vida, por ejemplo. Henry Rollins también, y Chuck D, Warren Zevon… Yo que sé. Cada disco que pinchas, cada libro que lees o cada película que vuelves a repasar es una influencia que se traduce en cómo haces o interpretas las cosas. Diría que es mi manera natural de escribir, gracias al influjo, más o menos consciente, de todos esos nombres.
-Para mi sorpresa, “La Cólera” también tiene sus tramos románticos. ¿Por qué razón te decantaste por una historia de amor dentro de un escenario tan… apocalíptico?
Porque el amor nos salvará a todos, ¿no? Eso es lo que dicen. Vamos a ver, yo lo que pretendía hacer en esta novela era mi propia película de zombis. Pero como no sé rodar películas y el tema zombi está muy sobado, pues aposté por un Apocalipsis bastante desquiciado y violento. Así, tienes mucho desconcierto, mucha sangre y mucha muerte, pero también bastante humor, reflexiones vitales y, naturalmente, algo de amor y sexo guarro. De todos modos, no diría que la novela tenga tramos románticos: realmente, lo que el protagonista entiende como “amor” es una herramienta más a la hora de que la historia se desarrolle y llegue a dónde llega. De nuevo, cero spoilers, pero… en una segunda lectura te darás cuando de que nada es lo que realmente parece en ese sentido.
-Uno de los tramos más intensos del libro tiene lugar cuando un personaje anónimo desencadena su personal partida de bolos con los ciudadanos que se va encontrando por las calles de Barcelona. Me sorprendió mucho el ritmo de tu narrativa en ese tramo del libro. Me dio la impresión de estar presenciando la escena de una película, era casi como estar leyendo un guion. ¿Te has planteado alguna vez participar en este tipo de proyectos?
Cuando era adolescente, tenía un bajo eléctrico y toqué con varias bandas de metal, pero… acabé dejándolo, porque era consciente de que yo era más bueno escuchando música que tocándola. Lo mismo con el cine. Como he dicho antes, esta novela es lo más cercano a haber rodado una película de terror, me vale con eso. Además, el presupuesto para plasmar en una pantalla todo este pandemonio hubiera sido muy elevado, ¿no te parece? ¡Menuda súper producción hubiera salido de ahí! Pero sí, hay capítulos, como el que citas, que tienen un ritmo muy cinematográfico. Estaba planteado así desde el principio.
– Me ha sorprendido descubrir que también te defiendes muy bien dentro del relato erótico. ¿Tienes algún escritor de referencia en este terreno?
Pues no. No suelo leer ese tipo de literatura. Pero me hace gracia que me digas eso, porque los momentos sexuales de la novela son de un erotismo bastante freak. Yo que sé… si estuviera con una chica y ésta me dijera las cosas que Eva le dice a Víctor en la cama, me parecería bastante extraño. ¿La firma de Dios? Joder, ¡eso es raro de narices! La idea era escribir una novela que, de nuevo, fuera bastante imprevisible, tanto en los momentos más espeluznantes, como en los más dramáticos… e incluso en los sexuales. Si aun así, esas escenas han conseguido excitarte un poco: ¡mi más sincera enhorabuena! ¡Estás un poco mal de la cabeza, amigo mío! Aunque, de todos modos, ¿quién no lo está?
– Suelo leer y escribir con música de fondo, la utilizo a modo de banda sonora para crear situaciones y meterme dentro de ellas. ¿Utilizas algún método en particular a la hora de escribir?
Bourbon sin hielo ni música. Con mi primera novela sí utilicé algunos discos como puntual banda sonora, pero creo que funciono mejor escuchando el sonido de las teclas. A veces, ese sonido puede ser tan machacón como Ministry o Rammstein, mientras que otras puede ser más arrastrado, en plan Black Sabbath. ‘La Cólera’ tiene varias referencias musicales en sus páginas, como todo lo que hago, pero el jukebox estuvo apagado mientras hablaba de ellas.
– Hace una década de la publicación de “Persiguiendo Ángeles”, tu primera novela. ¿Te costó volver a meterte de nuevo en la dinámica de escribir narrativa?
Para nada. Tardé una década porque, entre medio, fui padre, publiqué un libro de ensayo y no dejé de colaborar en revistas. Aparte, nadie estaba esperando esta novela, así que tampoco tenía prisa en que viera la luz. De hecho, por un momento me pasó por la cabeza la idea de hacer una novela por década. Sería bonito, ¿no te parece? Una novela cada diez años, como un cometa chungo que pasa por la Tierra cada equis tiempo o una maldición que se repite en una determinada generación y se carga a un montón de gente. Cada diez años, una novela. Pero no. Creo que, para la próxima, acortaré tiempos. Escribir es bastante adictivo y no creo que sea bueno decir no a este tipo de droga.
– ¿Crees que tu narrativa ha evolucionado demasiado de una novela a otra, o la esencia, lo básico de tu estilo, se sigue manteniendo?
Sigo siendo el mismo, pero supongo que en una versión 2.0, algo más mejorada. Si no pensara eso, apaga y vámonos. Estoy muy orgulloso de “Persiguiendo ángeles”, pero “La cólera” es un monstruo distinto, aunque las dos hablen de lo mismo: el fin del mundo. La primera trataba de un apocalipsis personal, lleno de símbolos, y esta nueva de un fin del mundo global, con un recuento de cadáveres que ríete tú del coronavirus. Se supone que cada día que pasa, todos tenemos la obligación de mejorar y aprender de nuestros errores… pues lo mismo ocurre con la forma de escribir: sigo siendo yo, pero con mayor camino recorrido. Y eso se nota.
– Me impresionó enormemente comprobar que el libro contenía una escena muy similar a lo sucedido con George Floyd en Minneapolis. También es curioso que publicases una novela sobre una supuesta pandemia global justo en el año 2020. ¿Qué opinas sobre estas casualidades?
Es muy loco. Publiqué “La cólera” en febrero, pero ya llevaba escrita un tiempo largo. Y poco después de ver la luz, empiezan a sucederse acontecimientos similares a los de la historia. No iguales, porque no es lo mismo, pero sí parecidos: una pandemia de origen desconocido, el caos y el miedo a nivel mundial, los confinamientos… incluso el momento que citas, del militar poniéndole la rodilla en el cuello a una pobre desdichada hasta que acaba con ella, como con George Floyd. Naturalmente, son casualidades… pero, por si acaso, tendré que plantearme escribir un libro sobre cómo hacerse millonario, o algo así, por si vuelve a repetirse la predicción. Eso estaría muy bien.
– ¿Crees que es positivo que Donald Trump abandone la Casa Blanca?
Diablos, ¿en qué momento se ha convertido esto en una charla política? Vamos a ver, quizás a Ted Nugent no le gustará lo que voy a decir, pero… sí, naturalmente. Ese tipo está claramente desequilibrado y ya iba tocando que le dieran la patada. Lo que suceda en este impasse, y una vez sea un civil más, puede ser muy interesante. Pero mientras tanto, ¡ese caballero naranja tiene su dedo sobre el botón rojo! Con Trump, no hay momento para el aburrimiento.
– Soy un gran admirador de la vida y la actitud del Doctor Hunter S. Thompson, ¿qué crees que opinaría de los tiempos que corren?
Diría: “voy a echarle un trago a mi botella de Chivas y luego me pegaré otro tiro en la cabeza”.
– ¿Qué bandas crees que serían idóneas para leer La Cólera?
Nunca he sido un buen DJ, tío. No sé, las que te gusten. Yo no voy a ser quien te estropee la experiencia de escuchar a Pitingo mientras lees sobre chalados rabiosos en pleno killing-spree urbano, si es que te gusta Pitingo. Aunque eso sería un problema, obviamente. No sé… te puedo recomendar algunas bandas, pero leer es una experiencia lo suficientemente personal como para dejarlo todo a tu albedrío. Supongo que una canción más o menos obligatoria sería el “The End” de los Doors. Y si te pones la cacofónica versión de Nico, casi mejor.
-Conozco bastante bien el mundo editorial y tengo mi propia opinión sobre este negocio. ¿Cuál es tu opinión al respecto sobre su situación actual? ¿Qué le recomendarías a una persona que tiene la ilusión de publicar su primera novela e intentar labrarse su camino en este mundillo?
Que lo haga, claro que sí. Siempre hay una buena historia que contar y nadie lo hará del modo en que tú lo harás, así que… ¡adelante! Escribe la mejor novela del mundo y luego preocúpate en moverla, pero escríbela. Que no se pierda.
– A lo largo de todos tus años escribiendo en prensa musical, has entrevistado a montones de profesionales de todo tipo, desde músicos a gente del cine. ¿Has llegado a entrevistar a algún escritor o director de cine que haya sido una influencia directa para ti?
Influencia directa en la literatura y el cine, diría que no… pero he charlado con gente muy mítica, o con muchísimo valor para mí. De escritores, recuerdo conversaciones increíblemente interesantes con Percival Everett, Shalom Auslander y Santiago Lorenzo, que es de mis autores favoritos de todos los tiempos en castellano. En el mundo del cine… pues me viene a la mente Paul Naschy, aunque no se llegara a publicar la charla, Tim Robbins y… hombre, ¡el gran Steven Seagal! Creo que la entrevista con Seagal es uno de los momentos más bizarros y entrañables que haya vivido jamás. De influencias directas, como dices, afortunadamente he podido conocer y charlar con muchas, dentro del mundo de la música: Jello Biafra, Glenn Danzig, Henry Rollins, Peter Steele, Rob Halford, Chris Cornell, Johnny Rotten, Ace Frehley, Trent Reznor, Duff y Slash… la lista es muy larga y me dejo a muchos, pero ahí sí he tenido grandiosos momentos, de esos que no se olvidan.
– ¿Cuáles son tus proyectos más inmediatos?
Una novela que, si todo va bien, quizás esté lista en cinco años… lo cual es un notable avance para mí, ya que me lo tomo con más calma que Axl Rose. Y también un proyecto monumental y completamente secreto que estoy orquestando junto a otro redactor de Popular1, y sobre el cual no puedo decir absolutamente nada. Pero sí puedo adelantar que tanto la novela como ese otro proyecto, que será un libro de ensayo que debería publicarse en 2023, van a ser una auténtica locura. No es broma, va a ser muy bestia. Pero tiempo al tiempo.
Nacho García Álvarez.