Lo que vivimos el año pasado en el ciclo Escenario 39300 fue muy grande. Por un lado, por conquistar un edificio municipal como es el Teatro Concha Espina. Antaño era un sitio donde la gente iba con sus mejores galas a ver obras de teatro y actualmente, ha evolucionado, de forma que pueden tener lugar eventos como conciertos underground donde los protagonistas son la gente del pueblo, independientemente del género musical de cada banda. Por otro lado, junto con los ciclos que organizaron en Ítaca la gente de ACPT, este ciclo fue un soplo de aire fresco, ya que era casi imposible poder programar en casi ningún sitio, de forma segura.
El año pasado pasaron por allí bandas como Soulbane, Karonte, Dr. Farfisa, Aranea Adventus y muchos más y este año, la concejala de festejos Patricia Portilla dijo que era algo demasiado chulo, como para que se quedase en algo esporádico y aquí estamos, un año después con la segunda edición. Sería una auténtica pena, que esa “conquista” se quedase en el olvido, cuando concierto tras concierto, estamos viendo que es algo que funciona, ya que no hubo ningún concierto con una cantidad de público inferior a 60 personas, a pesar de que el clima cántabro no siempre incita a salir, siendo días laborables, etc. La gente sí va a conciertos, no hay más que asistir para poder comprobarlo.
El ciclo comenzó este lunes 2 de octubre, con Brasilsound, donde estuvo el máster Óskar Sánchez. Si queréis saber qué tal fue, en nuestra web tenéis la reseña y las fotos del bolo. El martes fue el día “grungie”, ya que los que pisaron el escenario fueron los de Torre las Vegas, R.A.D, es decir: Darío, Álvaro y Germán. Una banda muy joven, que aunque han dado pocos conciertos debido a que Darío vive fuera y que les ha pillado de por medio una mierda de pandemia como esta, cada concierto que dan van ganando seguidores muy fieles. Y no es de extrañar, ya que estas “Tres Marías” llenan cualquier escenario, ya sea un garito o el escenario de un teatro, no necesitan más miembros en la banda, ni atrezzo, ni gaitas. Preguntádselo a mi compañero Txen, que es el hombre pegado a una cámara, que no le importó ir al concierto sin tener que currar.
Una servidora se personó allí quince minutos antes, por la costumbre de ir con tiempo y pillar sitio, aunque en esta edición, se accede al concierto mediante entrada comprada en la web del teatro, con asiento numerado. La mayoría de la gente, apuró al máximo la entrada y casi a la hora de comenzar, empezó a llegar un montón de gente que llenaron las primeras y medias filas del teatro. Muy poco después pisaron el escenario los chavales, de uno en uno y la ovación del público fue tremenda. Qué alegría da, que la gente se vaya acostumbrando a que un concierto en un teatro no es una sala de un velatorio, y se vayan animando a aplaudir y decirles cosas a los músicos. Cada banda tiene su forma de estructurar los conciertos, pero empezar con uno de tus temas más conocidos es todo un acierto, como fue con “20”. Cuando empieza a cantar Darío, si cierras los ojos, podrías decir que es de cualquier sitio menos de Torrelavega. Un temón que podría ser protagonista en el concierto de cualquier festival como el Mad Cool.
Tras “Inmersio vidro”, el vocalista saludó a la multitud (no fue para menos, para público motivado tú) y dijo que no nos veía, y “se hizo la luz”. Momentazo.
Me gustan mucho los efectos que están metiendo últimamente en los temas, donde aportan mogollón a la intensidad (que no es que estén faltos de intensidad precisamente), sin abusar de ellos ni sacarnos del concierto. Es una gozada ver cómo van evolucionando concierto a concierto. Como he dicho en líneas anteriores, cada concierto al que vas, ves una evolución, como por ejemplo la técnica y madurez de los integrantes de la banda. Darío es un tío que está muy, muy metido en el concierto, en su “personaje”, no se sale en ningún momento y es algo que mola un montón, ya que no ves a tres chavales con los que has estado tomando unas cañas antes, si no al conjunto: A R.A.D. Lo que comentaba arriba, no necesitan nada más, ni nada menos que a ellos mismos subidos a un escenario. También van ganando solidez y protagonismo tanto Álvaro (batería), como Germán (guitarra), porque por un lado cada vez empastan mejor y mejor, y por otro vas viendo la madurez musical individual que van adquiriendo. Es una auténtica gozada y orgullo, ver cómo 138 personas asistieron a ver a una banda local, un martes a las 21:00 de la noche. Esto funciona chavales.
Con un rollo un poco más stoner, “Hive mind” hizo que viésemos unas cuantas cabezas al ritmo de la canción. Ni una silla, ni una mascarilla iba a conseguir sacarmos del concierto y con “Blackout”, dieron por finiquitado el concierto. Y como no nos dijeron ni adiós ni “ná de ná”, en la salida, estábamos todos esperando a los artistas para darles una somanta de aplausos que no esperaban. Qué bonito, coño.
Fotos: Maya C. Cañestro.
Texto y vídeo: Álex Kennedy.