Hoy mismo el ministerio de Sanidad anunciaba el cierre de las salas de conciertos y nos daba el último disgusto de este año 2020 que está siendo terrible también para la música. Desde el momento 0 de esta pandemia nos prometimos no parar, buscar el hueco para hacer algo e intentar mantener la actividad. La música en directo no se va a apagar, van a quedar muchos locales, músicos, promotores y técnicos por el camino, especialmente aquellos amigos que decidieron tomar el riesgo y hacer de esto su profesión, pero de una u otra manera, la música, como la vida, se abrirá paso.
Nos parecen importantes las pequeñas iniciativas, que pueden ayudar a mantenernos activos, que pueden dar una serie de trabajo a los técnicos, y que pueden conseguir que no perdamos la costumbre de ver conciertos, y nos quedemos todo el rato en casa enganchados a las plataformas streaming. Tenemos que esforzarnos en guardar la llama, en mantener vivas las brasas y la yesca que volverá a provocar incendios.
El mundo de la música está sufriendo graves consecuencias, y eso que de largo está demostrando muchísima más responsabilidad y capacidad de autoorganización que la media. Los conciertos a los que hemos asistido en este tiempo han respetado, e incluso incrementado las medidas sanitarias, y lo de ayer, de nuevo, fue un ejemplo a seguir.
El ciclo 39300 desarrollado por la concejalía de festejos de Torrelavega a partir de una idea de Noche de Rock, se desarrolla en el Teatro Municipal Concha Espina. Son diez eventos en los que las bandas del entorno cercano a la ciudad son protagonistas y encuentran, por fin, el sitio privilegiado como actores principales del teatro de su ciudad que por derecho les pertenece. La idea es que este espacio se abra definitivamente a propuestas populares y que pueda servir como alternativa a la ausencia de otros espacios en los que se desarrolla la actividad musical de forma habitual. A tiempos difíciles, soluciones creativas.
Durante los próximos días pasarán por el teatro Victor Teira, Aranea Adventus, JPGr, Dr. Farfisa, Gypsy Jose Hot Club, Marcos Bárcena, Lefties, Carburo y Karonte, pero los encargados de cortar la cinta roja fueron Soulbane, que además se incorporaban hace un par de días, en sustitución de Radio Explosion, que tenían que declinar su puesto por un problema de última hora.
Con la soltura de quien lleva encima mil conciertos afrontaron la dificil situación de calentar un teatro a un tercio de aforo, con el público oculto tras las mascarillas. En su directo se conjugaron temas de sus dos álbumes, junto con un par de canciones nuevas, y las consabidas versiones de Inmigrant Song y Rebel Yell. Poco a poco las bandas van aprendiendo a adaptarse a los nuevos formatos, y Soulbane nos regalaron un par de momentos cercanos, a pie de escenario y a guitarra y voz que nos pusieron los pelos de punta.
Claro que añoramos los días en los que Carlos Iván se paseaba entre el público poniendo el micro de boca en boca para cantar lo de “More, More, More” sin miedo al contagio, claro que fue distinto, claro que el ambiente es rarísimo, que hay una mezcla de escepticismo, tristeza y miedo flotando en el ambiente, pero seguimos vivos y no pensamos actuar como si estuviesemos muertos.
Con la sonrisa tras la máscara, y la ilusión de poder decir “mañana nos vemos en el siguiente concierto”, esta patrona tan atípica arrancó así en el teatro. “No podemos escoger el tiempo que nos ha tocado vivir, lo único que podemos hacer es decidir qué hacer con el tiempo que nos ha sido dado.”
Decía Sergio Dalma que baliar de lejos no es bailar, pero el chaparrón se prevée largo. No pensamos esperar a que amanie, habrá que aprender de nuevo.