Siendo bien pequeño leí en un libro de historia musical que el rock and roll había nacido el 14 de abril de 1954 cuando Bill Haley y sus Cometas grabaron su famosa versión del Rock Around the Clock. Tardé algunos años en darme cuenta de la sutil mentira que había detrás de esa brutal simplificación.
La primera canción que hizo que mi frágil mapa conceptual se tambalease fue “The Fat Man” de Fats Domino, grabada en 1951. Nadie quiere quitarle la más mínima importancia al pelotazo comercial de Bill Haley (Dios bendiga a Howard Carter) pero una cosa es descubrir las pirámides y otra muy distinta construirlas. Fue en aquel momento cuando comencé a indagar con interés en las listas negras de la primera mitad de los años cincuenta para dárme cuenta que la frontera entre el Rock and Roll y lo que vino antes es mucho más fina que la que podemos establecer entre estos discos primigenios y cualquiera de los que posteriormente incluiríamos sin dudar bajo el gran paraguas rockero.
Aunque, insisto, la semilla ya estaba claramente allí desde el principio la nueva situación comercial dio a Fats un nuevo enfoque a la hora de producir su música, con éxitos como “Ain’t that a Shame” de 1955 que el experto ladrón de canciones Pat Boone consiguió llevar al número uno en una versión más comercial y al gusto del público blanco, tal y como haría algunos años después con el Tutti Frutti de Little Richards.
En el album que hoy nos ocupa nos encontramos a Fats en su cúspide, disfrutando plenamente del reconocimiento que durante los años anteriores había labrado. Su versión de Blueberry Hill conquistó no sólo las listas especializadas en R&B si no también las generalistas. Pero el album va mucho más allá, con un rock and roll a medio tiempo con un inconfundible regusto a Nueva Orleans que se deja saborear especialmente en los acompañamientos de los vientos. Algunas de mis favoritas son Honey Chile, Blue Monday o You Done Me Wrong, pero como digo, el disco no tiene desperdicio.
A mediados de los sesenta Fats se relegó a su escena local, dejándose ver anualmente en el escenario del Festival de Jazz de dicha ciudad. En 2005 tristemente volvió a la boca de todos ya que el huracán Katrina le obligó a abandonar su amada ciudad, e incluso fue dado por muerto por error, aunque en el año 2006 publicó el album “Alive and Kicking” en beneficio de la fundación Tipitina para la conservación de la cultura de Nueva Orleans.
Durante mucho tiempo he sentido la cuenta pendiente de hacerle un hueco en los clásicos, pero no fue hasta el otro día viendo su aparición en la tercera temporada de Treme cuando sentí que esa cuenta debía saldarse de manera imperiosa mientras Fats continua vivo y antes de que durante algunas horas todo el mundo vuelva a acordarse de él.
Comentario por Oskar Sánchez