Por lo menos pasar… No hemos podido seguir muy de cerca este año el festival de cortometrajes de Torrelavega, pero al menos queríamos pasarnos el sábado a ver alguna de las proyecciones y nos llevamos unas cuantas buenas sorpresas.
Ya hacía algun año que otro que no nos pasabamos por el festi de cortometrajes y es una pena, porque es una de las propuestas más interesantes que tiene la ciudad de Torrelavega y que poco a poco se ha ido consolidando. Al pasar las proyecciones al teatro municipal todo ha ganado mucha presencia y aunque por un lado añoré con cierta nostalgia aquellos tiempos en los que el festi se hacía en el Cabaret Oasis, el humo de los cigarros cubría parte de la pantalla y entre corto y corto llamabas al camarero para apretarte un cubata, por otro lado hemos estado muy agusto en el Cocha Espina y me ha hecho perguntarme por qué la sala no se abre con más frecuencia entre semana para ofrecer proyecciones de filmoteca.
Pero a lo que vamos. Como digo en la entradilla, este año no hemos estado muy al tanto de lo que se cuece en el festi y no tengo ni idea de cuales son los favoritos, aunque investigaremos durante esta semana previa a la entrega de premios (Thank god for Youtube). Así, por cercanía me han llamado la atención los trabajos de Álvaro de la Hoz y por supuesto el documental de Alvaro Oliva, sobre el grupo HANNAH, que una vez más hemos perdido la oportunidad de ver en pantalla grande.
Las proyecciones del sábado fueron cinco comenzando con Malacara y el Misterio del Bastón de Roble, un corto de animación de Luis Tinocco Pineda del que Tim Burton y Murnau estarían orgullosos. La historia no es muy llamativa, pero la estética está muy currada y está lleno de guiños al cine de terror que hacen muy agradable su visiónado. Luego pasaron El Contratiempo de David Cánovas, una historia muy cortita y divertida sobre una vendedora de seguros y un cliente un tanto peculiar, protagonizado, por cierto por el jefe de escalera de Aquí no hay quien viva, que vaya usted a saber como se llama en la vida real. Flat Love de Andrés Sanz fue el que desató aplausos mas tenues después de su proyección, pero a mi me encantó, era una historia sobre un hombre que cree que el mundo es plano y se enamora de la chica que aparece en un cuadro de Liechstein. Me pareció muy original y divertido, y además tenía el punto de estar narrado por Isabela Rossellini. Quid Pro Quo de Fran Araújo y Manuel Burque fue mi favorito de la noche, a pesar de ser el que más se alejaba de la ciencia ficción, que en general es lo que más me atrae. Una historia muy divertida de la que prefiero no contaros nada, porque he encontrado el corto en internet y lo teneis enlazado debajo de esta reseña. Teneis que verlo. Para finalizar The End de Eduardo Chapero Jackson una buena historia en clave Mad Max, sobre un futuro cercano en el que nos hemos cargado los bosques y el agua es un bien mucho más escaso. Una muestra clara de lo que decía Vigalondo en una de sus lecciones de cine, “Si añades detalles superfluos a tu cortometraje, le habras convertido en un largometraje”, y lo digo, porque está muy chulo, pero es la típica peli que se podría inflar hasta la hora y media a base de meter historias paralelas que no vienen a cuento y convertir un buen corto en una mala peli. Es curioso, pero la imposición de una duración standard y la perdida de libertad creativa por las exigencias de los productores acaba convirtiendo a grandes cortometrajistas en malos directores de largos, y no hay más que comparar la cantidad ingente de buenos cortos que se hacen en este pais con la cantidad de malas películas que se proyectan cada semana en los cines.
En fin, un punto interesante para el fin de semana, esperamos que el festival dure muchos años y que el cortometraje siga demostrando tan buena salud como hasta ahora, aunque nadie le haga caso. Que gane el mejor.
Crónica por Oskar Sánchez, fotos por los autores de los cortometrajes..