En un futuro no tan lejano, los padres deciden tener hijos con la ayuda de la ingeniería genética para que tengan más salud y mejores oportunidades de conseguir buenos trabajos, ganar más dinero y tener éxito en la vida, frente a la posibilidad de que tengan que competir contra otras personas que fueron mejoradas al nacer, con los adelantos de la ingeniería genética y así poder cumplir sus sueños, con todos los dones necesarios para poder participar incluso en la conquista de otros planetas. Para ser seleccionados como astronautas y colonos espaciales, deben tener inteligencia superior, alta resistencia física, buena visión y estar libres de enfermedades que puedan comprometer la misión (como enfermedades genéticas o problemas cardíacos).
Tan grande se vuelve la competitividad, que la sociedad se divide entre los concebidos en laboratorios, “genéticamente superiores”, predestinados a hacer grandes cosas en la vida, y los nacidos de manera natural, generalmente por error y predestinados según la propia sociedad a trabajos menos gratificantes.