EN VIVO: Ruben Palacio(s) nos hace de corresponsal en Chile para una cita histórica, en la que los Maiden se sacan del todo su particular espinita con Chile, reventando el Estadio Nacional, muy bien acompañados por Slayer y Ghost B.C.
GHOST B.C.: Lo cierto es que por mis obligaciones profesionales, no pude llegar a tiempo del concierto de los suecos Ghost B.C., una pena, porque tenía bastantes ganas de verlos, así que voy a aprovechar este espacio para recomendarles que escuchen su último disco “Infestissummam”. Una propuesta excesiva y teatral en lo visual, a la vez que elegante y comedida en lo musical. Son capaces de sonar añejos y frescos a la vez, merecen la pena, escuchen su disco y procuren verlos en cuanto tengan oportunidad.
SLAYER: A pesar de que toda su carrera se ha desarrollado en Estados Unidos, Tom Araya es, a nivel internacional, el músico más relevante que ha dado Chile desde Víctor Jara. El Estadio Nacional lo sabe, y lo recibe al grito de ¡Chilenoooo! El papel de teloneros es muchas veces ingrato, con el público más pendiente de la aparición de los cabezas de cartel que de cualquier otra cosa, pero no es el caso. Slayer en Chile juegan en casa.
Llevan tiempo sin publicar material nuevo, así que dedican su show a recorrer lo mejor de su discografía, prestando especial atención al mítico “Seasons in the abyss”. Abren con “World painted blood”, de su último disco, y van cayendo temas como “Warensemble”, “Mandatory suicide”, “Hallowed point”.
Slayer no es lo mismo sin Dave Lombardo ni Jeff Hanneman, pero siguen siendo en directo una apisonadora sonora que parece que te pasa por encima una y otra vez. Sus sustitutos, Paul Bostaph y Gary Holt, cumplen con su cometido. Fieles a su estilo de siempre, permanecen estáticos, y lo fían todo a su potencia sonora y la calidad de sus temas.
Continúa el concierto con “Dead Skin Mask”, “Hate Worldwide” y tras “Seasons in the abyss” cambia el telón de fondo para descubrir una reinterpretación del logo de Heinneken con el nombre de Hanneman y las leyendas “Still reigning” y “Angel of death”. Comienza la fase final del concierto, dedicada a homenajear a su fallecido guitarrista Jeff Hanneman. Suenan “South of heaven”, “Raining blood” y “Angel of death” para cerrar el concierto, a la vez que se proyectan imágenes del guitarrista en las pantallas gigantes.
En resumen, un magnífico aperitivo, un montón de temas clásicos de la banda y una fase final realmente emotiva.
IRON MAIDEN: Los británicos llevan unos cuantos años alternando giras dedicadas a presentar nuevo material con giras dedicadas a repasar la historia de la banda. En esta ocasión la excusa es la presentación del DVD “Maiden England”, una reedición de un directo de 1988, cuando presentaban “Seventh son of a seventh son” y la tercera parte del documental “The History of Iron Maiden”.
Para la ocasión han preparado una gira que pretende ser una actualización de aquella, con un set listy elementos escénicos similares, pero incluyendo los elementos tecnológicos de las giras actuales.
Los conciertos de Iron Maiden tienen su liturgia particular. Tras sonar “Doctor, doctor” de UFO la banda siempre sale encadenando temas de su vertiente más rápida y rockera, y esta vez no iba a ser menos. Tras la intro de “Seventh son of a seventh son” salta la banda enlazando “Moonchild”, “Can I play with madness?”, “The prisioner” y “2 minutes to midnight”. No está mal para empezar…
El escenario, ya descubierto en su totalidad, es muy similar al que vienen usando en sus últimas giras. Dos pantallas en los laterales, telón cambiante en el fondo, una pasarela sobre la batería que sólo utiliza Dickinson y dos brazos en los laterales que se adentran hacia el público. Los telones muestran los diseños de Eddie que corresponden a cada canción, pero no son los originales, sino que aparecen congelados, en consonancia con el ambiente ártico de la daliniana portada de “Seventh son of a seventh son”.
Continúa el concierto, y llega para mí la primera sorpresa “Afraid to shoot strangers”, un preciosista alegato contra la primera guerra del golfo, que fue publicado con posterioridad a la época que teóricamente nos ocupa. Pero la verdad que lo agradezco, es uno de mis temas favoritos de siempre, y llevan muchos años sin tocarlo.
La banda no tiene novedades, el peso musical lo llevan Steve Harris desde el bajo y las guitarras de Dave Murray (con un corte de pelo horrible) y Adrian Smith, con el tercer guitarrista, Janick Gers, más centrado en los malabarismos y el postureo que en tocar. Dickinson (visiblemente más delgado) vestido con una levita, llevando el peso visual con su teatralidad de siempre, y el siempre efectivo y solvente Nicko McBrain en la batería.
Seguimos con “The trooper” con, como siempre, Dickinson ondeando la Union Jack y vestido con la casaca roja del ejército británico “The number of the beast”, con unos inquietantes ojos de Eddie presidiendo el escenario y columnas de fuego por todas partes, y “Phantom of the opera”, con el Eddie de la carátula del single nuevamente congelado.
La relación de Iron Maiden con Chile es francamente peculiar. En 1992 anunciaron su primera visita y programaron un concierto en la Estación Mapocho, una vieja estación de tren reconvertida en recinto cultural, con un aforo de no más de 3.000 o 4.000 personas. Pero las iglesias evangelista y católica iniciaron una campaña de protestas ante la visita de una banda de rock satánico. Los siempre sensacionalistas medios de comunicación chilenos dieron pábulo a delirantes historias sobre sacrificios y misas negras en sus conciertos, y el gobierno decidió ceder a la presión y prohibir el concierto, generando uno de los escándalos más recordados en el mundo del espectáculo chileno.
Consiguieron tocar 4 años más tarde, en el teatro Capeulican, y junto a Héroes del Silencio como teloneros, pero con no pocos problemas técnicos, incidentes con el público y coincidiendo con uno de los momentos comerciales más bajos de la banda, con Blaze como vocalista.
Programaron un regreso triunfal como cabezas de cartel del monsters of rock en 1998, pero esta vez fue la propia banda la que suspendió el concierto, en prevención de incidentes por el boicot que desarrollaron los seguidores de Augusto Pinochet contra intereses británicos y españoles, tras la detención del dictador en Londres.
Los seguidores chilenos tuvieron que esperar hasta 2004 para poder ver a Iron Maiden en el estadio nacional, en unas condiciones acordes al nivel de la banda. Se desbordaron las previsiones y consiguieron llenar la pista central, algo inédito para una banda de heavy metal en Chile.
Dickinson ahora se dirige al público para contarnos que se ha completado el total del aforo del estadio, con cerca de 70.000 personas. Han tocado en este recinto cuatro veces en los últimos seis años, pero ninguna de ellas consiguió el lleno total, algo solo al alcance de bandas del nivel de popularidad de U2. Por ejemplo Madonna no lo consiguió y Springsteen en su primera visita, hace un mes, ni siquiera se atrevió a intentarlo.
Y seguimos con el concierto, a cabalgar con “Run to the hills” con la aparición de Eddy junto a la banda, y uno de mis temas favoritos de siempre, “Wasted years”. A continuación pasamos a la fase épica del show, con una cabeza de Eddie gigante presidiendo el escenario, ambientación medieval y Dickinson con un extraño peinado a lo Misfits para enlazar “Seventh son of a seventh son”, “The clairvoyant”, “Fear of the dark” e “Iron Maiden”, con la que la banda se despide momentáneamente.
“Seventh son of a seventh son” fue un disco que recibió una fría acogida por sus fans en 1988. Fue un disco rupturista, donde la banda experimentó con guitarras sintetizadas, temas con estructuras más complejas y desarrollos propios del rock progresivo. Es su primer y único disco conceptual, con todos los temas relacionados con la leyenda medieval del séptimo hijo del séptimo hijo, que nacerá con el poder de la sanación y la clarividencia para derrotar al mal del mundo. Este hilo conductor común le sirve a la banda para introducir sus reflexiones sobre la locura, la maldad, la religión y la muerte. No parecen temas como para llenar estadios, pero el caso es que aquí estamos, esperando al regreso de la banda para los bises.
Y lo hacen a lo grande: discurso de Churchil anunciando que combatirán a los nazis en todas partes hasta el final, “Aces high” con Dickinson sufriendo para llegar a los agudos, “The evil that men do”, que desata el delirio con la cancha plagada de bengalas y el final con “Running free”, con otro Eddie gigante, con la cabez en llamas, como el de la portada de “Seventh son of a seventh son”.
Final, despedida, y como siempre, cumpliendo la liturgia, “always look onthebrightside of life” de Monty Python, sonando en la megafonía del estadio mientras lo desalojamos.
Ha sido un gran concierto, un acertado repaso a los 10 primeros discos de la banda, obviando el prescindible “No prayer for the dying”, donde sólo he echado de menos “infinite dreams” y vivido en un ambiente irrepetible y junto a una afición para la que todo esto no solo es un gran espectáculo de heavy metal. Es algo más, es la celebración de la libertad de expresión, de las ganas de divertirse y de la derrota del fanatismo censor de las religiones.
Crónica por Rubén Palacio, fotos por IRON MAIDEN.