La noche arrancó con J. Chip o, lo que es lo mismo, Jesús Llata (ex-Memorándum), quien vestido con buzo de mecánico se afanó en provocar ruidos a base de aporrear una guitarra y de enredar con la maraña de cables y botones que tenía guardados en una maleta. Lo admito: este tipo de majaradas ambient-noise son una de mis debilidades, y además no suelo encontrarme con performances de este tipo a menudo por Cantabria, así que empecé la velada con una sonrisa de oreja a oreja.
Cada cierto tiempo Wayne salen de su letargo, por lo general para celebrar algún acontecimiento relevante. Pero ahora que han pasado algunos años desde la última vez que les cogí en directo, pienso que uno de sus conciertos es ya un gran acontecimiento en sí mismo. Wayne han sido una de las bandas más estimulantes que yo haya encontrado en el panorama metalero de Cantabria. Volver a escuchar su repertorio en directo ya debería ser excusa suficiente para montar un festival que arropase tan magno evento.
En fin, que veías en acción a los cuatro (acompañados en los últimos temas por los coros de Manu-Voltaje Cadáver) y daba la impresión de que nunca hubieran parado de tocar con regularidad. En varias ocasiones comentaron por el micro su incomodidad por diversos problemas técnicos, pero lo cierto es que en ningún momento estos llegaron a notarse abajo del escenario. Sonaron como un tiro, ejercieron sobre el personal presente una presión descomunal, y pienso que hablo por todos los presentes si digo que consiguieron que mientras repartían estopa a todos se nos quitaron diez años de encima.
El sonido del cuarteto madrileño Crossed viene a ser una amalgama de músicas rudas y desquiciadas: un poco de screamo por aquí, un poco de sludge por allá, un poco de math rock por otro lado… Sin duda tienen temas más que interesantes y en directo los ejecutan con precisión y rotundidad. Pero supongo que salir a tocar entre los dos platos más fuertes de la noche jugó en su contra, e hizo que la mayor parte del público se quedara un poco frío ante una batería de temas que en cualquier otro contexto estoy seguro que hubieran terminado en un jolgorio de pogos y walls of death.
Y es que con, los Altarage -nuevo proyecto del bilbaino Javier Gálvez, ex-Horn of the Rhino- la noche dio un importante salto cualitativo y cuantitativo. Con ellos llegó más volumen, más oscuridad y más violencia. A pesar de que la velada se estaba yendo de hora, antes de comenzar se tomaron su tiempo en plantar unos focos de obra en el suelo del escenario, poner la máquina de humo a funcionar a todo lo que daba y enfundarse unos velos negros de encaje para ocultar su rostro. Una vez transformado el New en una mazmorra de miedo, vacío y desesperación, solo restaba que el trío se dedicara a repartir ruido. Y lo hicieron a una escala cósmica. Salieron a arrasar con un drone doom con arrebatos black y death pasadísimo de vueltas, que golpeaba el cuerpo como una tempestad de lava, uranio enriquecido y fósforo blanco. Todo muy jodido, sí señor. Pero ha sido una de estas experiencias que tardas días y días en quitarte de la cabeza… y no solo por el pitido de oídos que no te va a dejar en paz hasta el fin de semana que viene.
Carlos Caneda
Foto de Crossed por Bpop