Si tuviese que nombrar artistas a traves de cuyas vidas se viese reflejada la historia del blues, una de mis primeras elecciones seria, sin duda, John Lee Hooker. Desde sus orígenes en los alrededores de la icónica localidad del Delta del Mississipi, Clarksdale y su infancia, en la que tomó contacto con algunas de las figuras clave del country blues como Charlie Patton o Blind Lemon Jefferson, pasando por su emigración a los centros industriales del norte de Estados Unidos, su reivindicación (y colaboración) por nuevas bandas blancas como Canned Heat en los 70, hasta su transformación final en figura objeto de reverencia, la evolución de este genero musical ha transcurrido, de una u otra forma, en paralelo a su trayectoria vital.
Seguramente para oyentes no muy familiarizados con el blues la mejor puerta de entrada a este músico sean sus obras tardias, como ” The healer”, producciones muy pulidas y arregladas plagadas de superestrellas como Carlos Santana o Bonnie Raitt que funcionan más como homenajes de cuerpo presente que como muestras representativas de su carrera. Sin embargo, el album que nos ocupa “The House of the blues” se encuentra en las antípodas de esto. Editado en LP por Chess en 1959, se trata en realidad de una compilación de singles que el músico fue grabando a principios de los 50. Hacía ya algunos años que Hooker había abandonado el sur rural y su producción de sencillos era por entonces muy abundante por lo que este recopilatorio es apenas una pequeña muestra. Dado que editaba para varias compañías y muchas veces bajo pseudónimo, en este álbum se muestra mas bien parte de lo que grabó para el sello emblemático de Chicago.
A pesar de eso no esperemos aquí blues eléctrico de la vieja escuela. La manera en que John Lee Hooker se adaptó a este formato fue muy personal. Los grupos eléctricos con base rítmica trajeron consigo la estandarización de formas musicales concretas, como los famosos 12 compases, que facilitaban el ensamblaje de los músicos. Hooker nunca abandonó del todo los formatos mas libres, tan característicos del blues del Delta, y tan ligados a la tradición oral y narrativa originaria.
En cualquier caso aunque nos encontramos en “The House of Blues” con una colección de temas grabados en fechas y lugares dispares, y que los acompañantes varían de canción en canción, lo cierto es que, en general, mantienen características comunes que dan coherencia al conjunto. De hecho, si no fuera porque la calidad de la grabación difiere según las sesiones, bien podría parecer que fueron concebidos inicialmente para un mismo LP.
De entrada, nos encontramos en etapas previas a la plena electrificación de su sonido. No hay en este disco un grupo de respaldo estable, ni una sección rítmica como tal. Como mucho, acompañando a la voz y la guitarra del protagonista, aparecen ocasionalmente otras guitarras, piano o percusiones básicas. En alguno de los casos, la calidad de la grabación tampoco permite apreciar con claridad los instrumentos participantes. Lo que se mantiene constante es la voz profunda de The Hook, el sonido crudo (a veces incluso demasiado) y los acompañamientos sencillos pero tremendamente eficaces. No se trata de acompañamientos técnicamente complejos como se daba en el caso de algunas de las figuras fundamentales del blues rural como Robert Johnson o Blind Blake (a quien también conoció), pero su cadencia simple y repetitiva, tal y como él la ejecuta, consiguen un efecto hipnótico que es fundamental en la música de este artista y le emparenta con la parte mas africana y primigenia de la tradición negra americana.
Su predilección por armonías estacionarias basadas en un acorde potencian este hecho y le proporcionan la libertad que necesita para desarrollar las narraciones. Su pulso rítmico le convierte en el rey del boogie (como de hecho se tituló uno de sus álbumes) y una referencia indiscutible en este sentido, mas allá del Blues, en las bandas que llevaron al rock este estilo, de ZZTop a Foghat.
Por lo demás el listado de temas de este disco incluye alguno de sus éxitos menores de esos tiempo, como ” It’s my own fault”. Aunque no aparezcan ninguna de sus composiciones más relevantes como” I’m in the mood” o ” Boom boom” no importa porque lo trascendente de esta obra es que presenta de manera diáfana, en toda su primitiva crudeza todas las claves que le han convertido en uno de los nombres inapelables del género y uno de los mas influyentes, de paso. Es posible que las carencias de producción de los cortes puedan resultar un hándicap para quienes estén acostumbrados a grabaciones mas modernas, pero el esfuerzo por entrar tiene como recompensada acceder al universo mas chamánico y ritual del blues, y bien lo merece.
Oscar G. del Pomar