Aunque para la mayor parte de la gente el nombre de Kansas va ineludiblemente unido a esa preciosidad existencialista titulada Dust in the wind, lo cierto es que ésta es una de las grandes bandas del rock americano, con más de 40 años de carrera, etapas diferenciadas y músicos de enorme talento en sus filas, ya no sólo los clásicos Steve Walsh o Kerry Livgren, sino incorporaciones temporales de lustre como el gurú del CCM (Christian Contemporary Music) en los 80, John Elefante, o el mago de la guitarra Steve Morse, además de ejercer una influencia indudable en generaciones posteriores, sobre todo en bandas de metal progresivo como Dream Theater o Symphony X.
Este disco, Point of know return, corresponde a su primera etapa, que abarca desde el homónimo Kansas, en 1974, hasta la partida de Steve Walsh en 1981, después de Audovisions, disco de transición a lo que sería el grupo en los 80, con un sonido mucho más A.O.R. Esta primera etapa es la más conocida, y reconocida, del grupo, en la que se convirtieron en uno de los principales representantes del rock progresivo estadounidense. De hecho, fueron promocionados como la respuesta yanqui a los grupos británicos punteros como Yes o Génesis. A pesar de eso, el uso del violín y de instrumentos poco usuales, que les acercaba un poco a la tradición del folklore americano, cuando menos, en sonido, les dota de personalidad propia, claramente diferenciada del sonido europeo, a diferencia, por ejemplo, de sus coetáneos Starcastle, mucho más cercanos a Yes.
Point of know return configura, junto con su antecesor Leftoverture, el pico creativo de Kansas, y también su mayor éxito comercial, gracias, sobre todo, al tema Dust in the wind, que se convirtió en un clásico casi inmediato (y carne de Kiss FM años después). La popularidad de esta canción ha opacado un poco el conjunto de excelentes temas que componen este disco, desde el trallazo inicial de Point of know return (digno continuador del Carry on my wayward son del Leftoverture), pasando por las rockeras Lightnin´ Hands o Sparks in the tempest, la balada sinfónica Nobody´s Home o el final más netamente progresivo de Hopelessly human. Además, incluye un buen número de magníficos interludios y desarrollos instrumentales marca de la casa, con la presencia en primer plano del violín de Robby Steinhardt, una de sus señas de identidad más claras y que más se ha reflejado en grupos posteriores.
Kansas es uno de esos casos en los que, a veces, los árboles no dejan ver el bosque, y es que hay mucho por descubrir más allá de Dust in the wind, y merece la pena recorrer ese camino.
Comentario por Oscar García del Pomar