KISS – Destroyer
No me decidía sobre que disco de Kiss poner primero en la sección de clásicos, al fin y al cabo van para 40 años de carrera y en todo ese tiempo los neoyorquinos han firmado unos cuantos que han pasado por derecho propio a la historia del rock and roll. Así que hice una consulta popular entre los fans que pululan por el foro y la respuesta fue casi unánime a favor del Destroyer, que es en el que nos centraremos en esta ocasión.
Nos hayamos ante el cuarto disco de estudio de Kiss y el primero de los cuatro en cosechar un éxito realmente masivo. De hecho, en este punto Kiss consiguen muchos nuevos nuevos fans que auparían también las ventas de sus tres primeros albumes, que habían sido algo más discretos hasta entonces, y alcanzan en el 77 el medio millón de copias, cifra que Destroyer alcanzó sin problemas en el mismo año de su salida.
Sin embargo, estas cifras no deben despistar nuestra atención, ya que símplemente reflejan que la banda había venido creciendo exponencialmente desde su creación, el primer Alive! había actuado como recopilatorio y KISS se hallaban ya en este momento entre los favoritos de los fans del rock, que se lanzaron a las tiendas en cuanto salió Destroyer, porque ya conocían y querían a la banda gracias a todo su trabajo anterior.
Se puede decir que con Destroyer KISS comienzan una segunda etapa, así pues nos encontramos con un album algo más experimental y menos directo que los que habían grabado hasta el momento. Se permiten incluso versionar la patética de Beethoven en el corte Great Expectations, al parecer, bajo la influencia directa de su productor Bob Ezrin, quien, además de canalizar la teatralidad del grupo (no olvidar que venía de trabajar con Alice Cooper), instauró una disciplina marcial en las grabaciones, para forzar a la banda a obtener un mejor resultado.
Casi todo el mundo coincide en que musicalmente y al margen de lo que significa en la historia del rock y el grupo, Destroyer es un disco algo irregular. Se aprecia la diferencia entre rotundos singles y temas bastante más flojos, o arreglos algo fuera de lugar. Sin embargo, y aunque a Simmons no le guste la palabra, a nadie le cabe duda que estamos ante un clásico. Parte de la culpa la tiene la portada de Frank Frazzetta, que acabó de fijar su estética en la iconografía popular más allá de las fronteras del rock, otra parte de la culpa la tiene el momento, la consagración de la que hablabamos y que Destroyer significó su salto a europa. Pero sin duda, la mayor parte del mérito se la llevan temas como Detroit Rock City, Son of Thunder, Shout it Loud o Do you Love Me? Que pese a algunos de sus compañeros de viaje, entrarían a partir de ese momento a formar parte del repertorio de himnos rockeros coreables en cualquier buen repaso a la historia que se precie.
Comentario por Oskar Sánchez