Ignatius J. Reilly es un ser inadaptado y anacrónico que sueña con que el modo de vida medieval, así como su moral, reinen de nuevo en el mundo. Para ello, y con la intención de ser escuchado en un mundo en el que es, en realidad, un incomprendido, rellena de su puño y letra cientos de cuadernos en los que plasma su visión del mundo. Mientras llena estos cuadernos, los va desperdigando por su habitación, con la esperanza de ordenarlos algún día y así crear su ambiciosa obra maestra. Mientras, la diosa Fortuna, en contra de su voluntad, lo sume en ese mundo capitalista que él mismo tanto odia y se ve obligado a someterse a lo que él considera una forma de esclavitud: el trabajo. Resignado, se compara a sí mismo con Boecio (el cual aceptó sin queja su propia ejecución) y sale a buscar un empleo. Su actividad laboral y vital es el hilo que une y da sentido a toda la obra y lo que permite conocer a otros personajes, igual de estrambóticos y entrañables que Ignatius.