Hay vikingos mutilados que se atornillan a una barra de bar. Hay gorilas que no pueden consumar el amor que sienten por su cuidadora. Hay crisis de pareja que se catalizan en el entierro de un conejo, y aristócratas que pierden la cabeza literalmente en Los Alpes. Hay pájaros díscolos que blasfeman en asambleas clandestinas, también mariachis poco virtuosos. Hay poetas caraduras y politoxicómanos, y pelotas de tenis botando en el patio de una cárcel, y vaqueros desubicados que acumulan basura, y oníricos episodios alérgicos en plena ruta 61. Hay un autor, Raúl Real, en busca del estilo, esto es, de una visión única y propia del mundo; un mundo que mira con perplejidad, y es esta perplejidad la que produce una preñez que solo puede resolverse narrando. La realidad cotidiana se enrarece en los relatos de Raúl, y a menudo se agrieta para abrir un balcón al abismo. ¿Quiénes somos, de dónde venimos, adónde vamos? No espere el lector respuestas seguras a nada, Raúl solo siembra escepticismo. Me ha costado escribir esta contratapa. No habría tolerado mi camarada una sinopsis al uso, ya me dejó claro que no le daba la puta gana. Pero, ¿saben qué? La duda, la incertidumbre, la imposibilidad de dar algo por sentado son el combustible de la mejor literatura: sin búsqueda, sin riesgo, sin poner toda la carne en el asador, ni la vida ni la escritura merecen la pena, así es como lo vemos Raúl y servidor. Pasen y lean. Y arriésguense a verter en el ansia los relatos de Raúl Real, un bidón de literaria gasolina. ¿Tienen ustedes un mechero a mano? Alejandro Caja, Los Libros Portátiles.