Patrick McCabe está confuso. En medio de un proceso de reencuentro consigo mismo tras separarse de su pareja y bajo tratamiento psicológico, se encuentra además con el fallecimiento de su padre, Brian, un escritor de fama discreta que abandonó su carrera cuando ésta comenzaba a despegar. Ambos han disfrutado de una relación muy estrecha siempre, pero en los últimos meses Patrick no ha estado a la altura. Ahora que ha muerto, su conciencia se rebela y le tortura la idea de no haber aprovechado el tiempo a su lado desde que conoció su enfermedad. Por ello decide retomar su afición por la pintura, siguiendo los consejos que su progenitor le inculcaba cuando era niño acerca del uso de la creatividad como medio de superación de los problemas. Sin embargo, en esos cuadros que nacen de sus manos aparecen señales que parecen quererle indicarle que la reciente pérdida de Brian tal vez no haya tenido que ver con sus problemas de salud. En un primer momento, Patrick quiere pensar que sólo surgen obedeciendo a su propia obsesión, ya que los diagnósticos clínicos no dejan lugar a la duda. Pero la repentina desaparición de Nuno –su otro hermano- tras solicitar en secreto la autopsia, provoca que empiece a sospechar que pueda ser cierto. Más aun cuando descubre que Brian, en el momento de morir, había comenzado a escribir de nuevo. Ayudado por Nuno había estado trabajando en sus memorias, y en éstas se revela, no sólo el motivo por el que había dejado de escribir en su juventud, sino también que Brian McCabe no era simplemente la persona que quería aparentar ser.