¿Quién hubiera dicho que estaba por llegar una gira de Los Deltonos por locales en los que no se sirve alcohol? La pandemia ha propiciado todo tipo de situaciones que hace apenas año y medio cualquier persona cabal hubiera tachado de inverosímiles. Y, por otro lado, también ha provocado que prácticamente cada nueva conversación, cada nuevo texto o cada nuevo concierto acabe tomando forma o bien de discurso de autoayuda y superación personal, o bien de lamento de nostalgia. Pero esta banda de Camargo tiene ideas firmes como una montaña, no se deja influir en exceso por las circunstancias externas, y se las apaña para que mientras su música suena las calamidades de la era COVID no parezcan tan graves. Y, aunque con el paso de los años un cierto tono crepuscular ha ensombrecido las composiciones de Hendrik Röver, en ellas siguen brillando la ironía, el humor burlón y el espíritu de “a pesar de todo, la vida sigue adelante”. Eso permite que, a pesar de las complicaciones, cada nuevo concierto del cuarteto siga teniendo algo de celebración, como si fuera una quedada de reencuentro de la cuadrilla de amigos de toda la vida.
Así, el sábado atajaron el tema del bebercio dedicando en varias ocasiones “brindis virtuales” para todos los asistentes. Y mandaron la morriña a paseo con un repertorio centrado en su reciente álbum “Craft Rock” (2021), en el que apenas hicieron paradas en el cancionero más añejo de la banda. Si queréis que haga un repaso exhaustivo a todo lo que sonó lo lleváis clarinete, que ya no voy a los conciertos a tomar notas como solía hacer antaño. Pero en mi memoria destacan grandes momentos como el costumbrismo rockero de mediana edad en “Conduzco yo”, el guiño a Los Enemigos en “Invencible”, la crónica del cinismo político en “Vergüenza”, los punteos intranquilos en “Discotheque Breakdown”, las exhibiciones de auténtico poderío guitarrero como en “La pieza principal” o el momento para la reflexión en “Salud!”.
O, qué se yo, tal vez me estoy liando y no cayeron exactamente todas estas canciones. Qué más da. Como si Los Deltonos anduvieran escasos de temazos. Podrían haber tocado cualesquiera otras, que el concierto hubiera seguido sonando como un tiro. Que estamos hablando de la que quizás, quizás sea la banda de rock clásico con la trayectoria más sólida del estado. Y, en directo, la tensión permanente entre las guitarras de Röver y Macaya, la energía de Pablo Zeta al bajo y los mazazos metronómicos de Javi Arias a la batería dan forma a ese sonido grasiento y crujiente que, hasta el momento, les hace parecer infalibles.
En el segundo bloque de bises (justo después de que un grupo de seguidores exigiera de manera rotunda que la banda regresara al escenario a base de aporrear la barra desierta), cuando estaban a punto de despedirse con el sempiterno “Soy un hombre enfermo”, Hendrik avisaba: “este es el segundo concierto que damos hoy, así que se me están empezando a poner los dedos como chorizos”. Efectivamente: el mismo sábado al mediodía ya habían actuado en Zaragoza. De hecho, el bolo de Lleida era el cuarto de la banda en tan solo tres días. Llevaban casi un millar de kilómetros recorridos desde que salieron de Muriedas, y aún tenían pendiente emprender el camino de vuelta. Me paro a pensar en ello y se me vienen a la cabeza divagaciones sobre la estética de trabajadores del rock en la que han envuelto su último trabajo, y también sobre la épica de la vida en la carretera y su relación con el rock norteamericano de raíces… y entonces siento que ya toca ir terminando esta crónica: ni Los Deltonos ni los que leéis estas líneas os merecéis una chapa motivacional más de monitor de mindfulness.
Los Deltonos / Cafè del Teatre (Lleida) / 15/05/2021
Texto y foto: Carlos Caneda