MARÍA MUJER: Se abre la temporada del Festival de Invierno con Blanca Portillo protagonizando en solitario la adaptación de Agustí Villaronga sobre el texto de Colm Tóibín que nos muestra a una María menos virgen y más madre.
La historia de Jesus de Nazaret, mitología aparte, es tan trágica como la de cualquier otro asesinado por odio. Un hombre seguido por sus palabras que acaba torturado y asesinado por exponer con palabras su verdad.
El Testamento de María nos acerca a ese punto de vista, al de una madre que ha visto a su hijo crecer y convertirse en un lider de masas. Una madre que sabe el niño que hay antes que el hombre y que asiste incrédula al espectáculo impostado que acabará por arrebatarsele. Una madre que ve al fin como la historia y las palabras y las vivencias de su hijo son manipuladas conforme a los intereses de sus seguidores.
Como decía Theoden en El Señor de los Anillos, “Ningún padre debería enterrar a sus hijos”, y el texto de Colm Tóibín, magistralmente interpretado por Blanca Portillo nos acerca a esta verdad absoluta y esencial que está por encima de cualquier creencia o religión.
Suena Dead can Dance. Sóla en escena, con ayuda de mínimos elementos de atrezo e iluminación Blanca juega a transformar el icono en mujer. Con un rústico manto a la cabeza se muestra como una virgen dolorosa que en cuestión de minutos pasa a ser una mujer cualquiera que cuenta su historia mientras procede al aseo diario. Es en esos momentos cotidianos en los que asoma la verdad oculta tras la mentira, y resulta que la verdad es mucho más estremecedora que el mito, porque podría pasarle a cualquiera.
Blanca Portillo recibió, una vez terminada la función, el premio Duende Zahorí de mano de la asociación Amigos del Teatro, que reconocían así una larga carrera llena de frenético trabajo en televisión, cine y teatro por parte de la actriz.
Crónica por Oskar Sánchez, fotos por Josep Aznar.