Cuando me enteré de que “Matti” iba a pisar tierras Cántabras, tuve muy claro que iba a pillar las entradas rauda y veloz, toque un lunes, un viernes, a la hora del vermut o de la cena. Hace cosa de dos años que le ví por primera vez en Los Picos de Liérganes y de verdad, es una puta delicia ver a esta banda en directo: como sea y donde sea.
Aunque lleva alrededor de dos años sin sacar disco nuevo, las ganas de tocar siempre pueden a todo, así que Matt Woods & The Natural Disasters se embarcaron en una gira mundial, con varias fechas en España como En Cangas do Morrazo, Almazán, Casavieja, etc. Y anoche en la Fábrica Rock Beer de Carriazo. También decir que aunque no hayan sacado disco nuevo, sí han sacado hace menos de una semana, merchan por el décimo aniversario de la banda, con recopilatorio y camisetas incluidos.
En cuanto vimos el cartel, nos plantamos con tiempo en la puerta de Los Picos de Liérganes, mientras nos comíamos un helado artesanal que estaba de muerte. Al momento nos encontramos a nuestro amigo Aitor, el cual se pensaba que estábamos pasando el día por el pueblo y nos salvó la vida, ya que él también iba al concierto y nos informó de que no tendría lugar en Los Picos, si no en La Fábrica de Carriazo. Sí, entre dos no hacemos uno, gracias de nuevo tío.
Por allí había un ambiente del copón, parking grande, todo el mundo con ganas de calle y terraza, unas 150 sillas bien colocadas enfrente del escenario y una iluminación muy sencilla y acorde al tipo de concierto que íbamos a ver. Siempre que vienen por aquí, se marcan un Sold Out en muy poco tiempo. Estoy convencida de que si el aforo fuese de 500 personas, las hubiesen vendido rápidamente de igual manera pero sinceramente, tal y como le dije a Mary durante la noche, ya tenía ganas de algo más humilde en lo que aforo se refiere, más cercano, en la calle (cómo echo de menos los Primavera Rock de Argumosa) y conociendo lo que es ver un concierto sentado, con una cerveza en la mano y sin la coño mascarilla todo el rato (solamente me la quité estando sentada, que conste en acta). He sido taaaaaaaan feliz…..
Y en lo que nos agenciábamos una cerveza y nos sentábamos todos, aparecieron los chavales sobre el escenario, entre aplausos y silbidos, ya que estaban en casa. Si tanta gente de varios pueblos diferentes, estábamos en Carriazo un martes por la noche, es por algo. Matt Woods y Weston Hill “nos habían cambiado” un poco las melenas desde la otra vez que les vimos y esta vez contaron con el bajista sueco Gustav Sjödin. Como he mentado anteriormente, esta pandemia nos ha limitado mucho a la hora de organizar eventos, por lo que la única forma de montar movida ha sido mediante eventos grandes en festivales y/o teatros, lo que nos ha salvado la vida psicológicamente a muchos, pero de verdad qué gozada es poder estar en algo un poco más intimista, más humilde, más cercano donde una banda como Los Disasters puede lucirse como nadie. Puedes disfrutar de la habilidad a la guitarra y coros agudos de Weston Hill, la delicadeza al bajo (como si formase parte de su cuerpo) de Gustav, la enorme sencillez con la que toca Jon Whitlock y el vozarrón y carisma de Woods.
Pudimos llorar con los baladones más tristes y bonitos del mundo, pudimos bailar con sonidos countries y rockabillys, y pudimos cantar con ellos, ya que Matt interacciona un montón con su público. Sobre todo a final de concierto, cuando la banda abandonó el escenario para quedarse solamente el cantante y tocarnos una canción a capella, que nos puso los pelos de punta. Después de eso, todos se bajaron del escenario y estando a dos metros del público, nos aplaudieron como si nosotros fuésemos los artistas, y fueron tantos los “¡Otra, otra, otra!” que volvieron al escenario para hacernos bailar (desde las sillas) y dejarnos más contentos que un niño el día de Navidad. Mil gracias a la peña de Los Picos por traerles siempre que pueden y montar este sarao tan bonito.
Texto, fotos y vídeo: Álex Kennedy.