Nos enteramos por casualidad de la visita de Muse unas pocas horas de que se hiciese pública, y cuando soltamos la bomba en nuestra página web las primeras reacciones fueron de incredulidad. No es frecuente que bandas del circuito internacional nos visiten, y desde luego se pueden contar con los dedos de media mano y aun así nos sobran, los eventos comparables al vivido ayer en el Sardinero. Así que había que rebuscar bien en el cajón de las excusas para no estar allí participando de una noche histórica. Ojalá esto sea el principio de algo, ojalá comencemos a existir, ojalá se refuercen, de paso, las estructuras intermedias y locales para que Cantabria desarrolle todo el potencial musical que atesora.
Nos encontramos en el cesped los mil que siempre estamos en todos los conciertos y otro gran puñado de gente llegada de todos lados. Visitantes de otras comunidades, fans de Muse que habían viajado a la única fecha en España, seguidores de la música de los que sólo se mueven a cosas grandes, y muchos curiosos que se vieron arrastrados por la ola del gran evento.
Las puertas a las seis, las cañas también, seis con vaso, una y no más Santo Tomás.
No nos habíamos enterado de que había un segundo telonero hasta el día del concierto, así que lo de One OK Rock fue una agradable sorpresa. Llevan ya cerca de dos décadas de carrera y son una banda de rock-barra-pop de un estilo bastante occidental. Son muy solventes, y tienen un puñado de buenas canciones enérgicas y bien interpretadas. Se defendieron muy bien en el escenario grande, y fue un gran comienzo para la noche.
El primer presagio de que estábamos a punto de vivir algo gigantesco fue precisamente que los teloneros sonaron muy bien, y que no tuvieron restricciones para hacer un buen show de luces, pantallas, pancarta gigante e incluso avanzadilla por la pasarela. Como en la vida misma, los grupos más inseguros tienden a capar a los anteriores, y nuestra experiencia dice que cuando alguien pone todo de su parte para que los invitados luzcan lo mejor posible es porque no tiene ninguna duda de que su concierto va a ser gigante. No hace falta apagar la luz del resto para brillar, pero esa es una máxima que sólo los más grandes se atreven a aplicar.
A Royal Blood ya les esperábamos con ganas. Son un grupo al que venimos siguiendo desde el principio gracias al heads up de algunos de nuestros foreros. Siempre nos han parecido una banda animada, capaz de hacer temazos muy redondos y concretos a base de riffazo, pero es que joder, en directo esto es otro puto nivel. Ver las evoluciones al bajo de Mike Kerr… cómo es capaz de cambiar toda la dinámica a golpe de efectos y levantar los temas el solito, siendo rítmica de hormigon y aportando detalles de pasamanería mientras canta sin despeinarse no es humano. Ben Thatcher sabe que en su grupo son pocos y no descuida el groove ni un segundo, pero le sobra para asombrar con cada detalle. Con el guiño a Ozzy Osbourne me rendí a sus pies. Un concierto de los que entras a la expectativa y sales siendo fan.
De nuevo, y de paso, otro punto para Muse, si te llevas para abrir a una banda como Royal Blood y pones todo el escenario a su disposición para que den lo mejor de si, demuestras generosidad y seguridad a partes iguales. Debería de ser lo habitual, la música no es una carrera, pero por desgracia casi nunca pasa, seguro que tú mismo tienes mil ejemplos en la cabeza que ahora mismo podrías citar si te pregunto.
Muse han sido Disco de la Semana en Noche de Rock al menos siete veces. En 2009 fueron además Disco del Año con The Resistance. Last FM dice que aquí en casa han sonado cerca de 800 veces en los últimos 15 años, y que son, por orden de escuchas, nuestro grupo favorito número cincuenta y siete. Tal vez no les citaría a la primera si me preguntan por mis referencias, pero les hemos seguido y disfrutado muy de cerca durante muchos años. Siempre he tenido muchas ganas de verles en directo, porque son, en mi opinión, una de las últimas bandas de estadio junto a Foo Fighters. Sin embargo, nunca nos había cuadrado a tiro y su visita a Santander era, también por ese motivo, un deber inexcusable.
Lo vivido sólo puede colocarse en el olimpo de los mejores del mundo. Punto. No se me ocurren muchas bandas de rock capaces de desplegar un espectáculo a este nivel. Sus referencias a Queen, Jean Michelle Jarre, Pink Floyd, George Michael y un amplio abanico entre el metal, la música clásica, el western, el funk y la electrónica de vanguardia hacen que sientas que lo estas viendo todo a la vez, que Muse son una carta de amor a la música.
Su capacidad para cambiar de registro es pasmosa. Luces, pasarelas, serpentinas, robots, trajes de luces, sorpresas continuas en un mundo en el que ya nada sorprende, están al alcance de muy pocos. Llama la atención que durante gran parte del show no hay ni un teléfono en alto. Lo vivido es tan apabullante que la pantalla del móvil se queda pequeña para registrarlo, y el público se resigna a ver la vida con sus propios ojos, a conservar los recuerdos en su cerebro.
Sin embargo con toda su megalomanía y grandilocuencia, sabes que funcionarían en el New. Que vendrían con tres amplis y darían un bolazo de tirar de espaldas, porque pese a todos los adornos y arreglos siguen siendo un power trío orgánico. Son capaces de hacer lo gigantesco pequeño y a pesar de estar rodeados de decenas de miles de personas les tuvimos a la distancia en la que se veían los conciertos en el Black Bird. Y allí, ante nuestros ojos había una banda de rock, tocando en directo, sin artificios.
Está claro que en su carrera tienen obras maestras y discos menores, pero eso le ha sucedido a todos los grandes, aunque cuando les recordamos tendemos a olvidar algunas y recordar mucho otras. Puestos en recopilatorio, te salen varias decenas de canciones muy memorables, y con esos ases no es difícil hilar un repertorio lleno de brillo, en el que destaca la dinámica y el contraste.
Conceptualmente el espectáculo gira en torno a la distopía, tal y cómo lo hace su último disco y una buena parte de la lírica de su carrera. El poder de la gente, los reductos de libertad, y la pelea para conservarla como algo precioso. Capuchas, inflables y proyecciones, empujan de manera subconsciente la idea que estalla en gritos de euforia. They will not control us – You and I must fight to survive.
Incluso la lluvia estuvo de nuestra parte. Con pequeñas gotas refrescantes en los momentos oportunos y un chaparron absolutamente épico justo al final. Tan bien medido, tan perfecto, que nos hizo dudar sobre si nuestra vida es real, o formamos parte del casting de una super produccion:
En caso de que no nos volvamos a ver: buenos días, buenas tardes y buenas noches.