En 1987 el logotipo del francotirador irrumpió con fuerza gracias a “Yo! Bum Rush the Show”, un debut que les granjeó fama y prestigio. Ahí ya destacaban sobre el resto, empezando por su propia presencia. En Public Enemy, estética y política actuaban de forma inseparable. Funcionaban como algo a medio camino entre una célula revolucionaria y una pandilla callejera. Al frente, dos MCs: Chuck D (el negro grande y cabreado) y Flavor Flav (el negro pequeño y vacilón). Tras ellos se encontraba el dj Terminator X, quien hacía sonar las bases de Bomb Squad, el equipo de productores encargados de trazar la estrategia de ataque sonoro del grupo. Incluso contaban con Professor Griff, que ejercía de Ministro de Información. Y junto a ellos siempre se presentaba un pequeño escuadrón de soldados/bailarines.
Pero el terremoto llegó en 1988 con la salida de “It Takes…”. Se trata de una colección de 16 temas entre los que no hay un minuto de desperdicio: singles perfectos como “Don’t Believe the Hype”, “Bring the Noise” o “Rebel without a Pause”, llamadas a la insumisión frente al estado racista como “Black Steel in the Hour of Chaos”, alertas sobre la devastación social que acompaña a la droga en “Night of the Living Baseheads”… Es difícil dejar fuera ninguno de los cortes.
Lo primero que impresiona nada más darle al play es que todo suena que aplasta, como un bulldozer negro, grandote y pesado. Si por ejemplo Run-D.M.C. se basaban en el sonido minimalista de las cajas de ritmos, P. E. cimentan sus canciones sobre samplers y bombos gordos. A lo largo y ancho del disco retumban cientos de fragmentos sin acreditar de la más diversa procedencia. Muchos provienen de la tradición de la música negra, pero por ahí anda incluso el riff de “Angel of Death” de Slayer en “She Watch Channel Zero?!”. Entre todos dan forma a una pesadilla sonora de funk apocalíptico. Como si James Brown bailara sobre discursos de Malcolm X. Como si Mohamed Ali boxeara a ritmo de John Coltrane. El sello de identidad de Public Enemy es un horror vacui acústico que golpea los oídos del oyente hasta dejarlo k.o.
El sampleo sistemático formaba parte de la esencia misma del grupo. Incluso “Caught, Can I Get a Witness” es una defensa orgullosa del pillaje de sonidos ajenos frente a las amenazas judiciales. Aunque la alegría no duró demasiado: principios de los noventa la legislación sobre copyright se endureció, con lo que montar un collage sonoro de las dimensiones de “It takes…” se volvió casi inviable. A la postre, esto ha hecho que el mazazo sónico de aquellos primeros discos de la banda sea si cabe más difícil de imitar.
Por otro lado, las letras de Public Enemy también son sobresalientes. Chuck D y Flavor Flav, dos raperos superdotados, inyectaron en sus rimas unas dosis de madurez y compromiso que no se habían escuchado antes en el hip hop. La perspectiva de la banda estaba cargada de intención política y, en palabras de Chuck D, el hip hop era la CNN de los barrios negros. P.E. sentían que debían cumplir con una responsabilidad social. Por ello se valieron de sus rimas para desarrollar un mensaje crítico con el racismo institucional, la opresión política y la alienación del individuo, y que llamaba a la autodefensa de la comunidad negra y a la resistencia frente al poder establecido.
Más allá de cifras de ventas, impresiona la repercusión inmediata que alcanzó este disco. Su influencia dentro del mundo del hip hop es total, pero también se convirtió en un símbolo de la música combativa para todo tipo de audiencias, como antes lo habían sido Bob Marley o The Clash. Artistas de toda clase y condición trataron de emular esta nueva revolución sonora. Mismamente, en 1991 Anthrax se unieron a Public Enemy para volver a grabar “Bring the Noise”, una versión que pienso que aporta poco a la original, pero que marcó un nuevo hito en la apertura del rap a nuevos públicos.
Por estos lares, Negu Gorriak y Def Con Dos fueron los que mejor replicaron la propuesta de Public Enemy: en sus comienzos las dos bandas imitaban sin pudor su sonido, su aspecto y hasta la forma de comunicarse con sus seguidores. Y es llamativo que ambas bandas hayan tenido serios problemas con la justicia por sus mensajes políticos. Paradójicamente, Public Enemy recibieron todo tipo de presiones, pero nunca llegaron a entrar en prisión (a pesar de la fotografía de la portada del disco). Y eso que tampoco mostraron reparos en escupir bien alto. Sin ir más lejos, en “Party for your Right to Fight” y en “Louder than a Bomb” acusaban abiertamente a la CIA de estar detrás de los asesinatos de Martin Luther King y Malcolm X.
A menudo surgen voces que piden que la cultura se aleje de cualquier posición política y que se limite a representar algo así como una “belleza neutra”. Yo creo que no existe eso del arte apolítico. Pero, aunque existiera, un trabajo del calibre de “It Takes a Nation of Millions to Hold Us Back” justificaría por sí mismo la necesidad de creaciones que reflejen y traten de transformar la realidad más cercana.
Comentario por Carlos Caneda