Amanecimos el sábado por la mañana con la idea de que no iba a ser posible ver a un genio de la guitarra blues, flamenca y del género que se le ponga por delante; Raimundo Amador. Las entradas para ese día no estaban disponibles desde hace semanas, los más rápidos se habían hecho con las suyas. ¿Cuál fue nuestra sorpresa? La misma mañana había disponibles 50 y pico entradas. Reunimos la tropa y para allá que fuimos sin pensárnoslo dos veces. Como es propio de la tierra donde vivimos, había previsión de lluvia, así que se pasó al pabellón del C.E.I.P. Jose María Pereda. Después de hacer la cola, registrarnos para tener controlados posibles brotes, y ticar nuestras entradas, ocupamos sillas para ver a un Raimundo Amador que comenzó puntualmente a las 22:00 hrs. acompañado por Joaquín Migallón a la batería y Rafa Torres al bajo.
La banda realmente sonaba empastada y fresca, algo normal con la experiencia y las tablas que había juntas encima de ese escenario; cuando se juntan 3 tipos así solo puede surgir magia. Raimundo, Joaquín y Rafa repasaron durante 1h 45mins (y porque le dijeron que cortase, que si no el tío nos hubiera tenido allí otro rato más, y nosotros… ¡encantados! jeje.) temas propios como el mítico “Ay, que gustito pa mis orejas”, “Pa Mojar”, “El Blues de los Niños” entre muchos otros y versiones de su gente cercana como puede ser la versión castellanizada de “The Thrill is Gone” de B.B. King, “Voodoo Child” de Hendrix, o las versiones instrumentales de “En el Lago” de Triana, o “Lobo López” de Kiko Veneno. En general, una lección de cómo se toca una guitarra, y como tiene que tocar una banda en toda regla. Un concierto mágico cargado de improvisación, blues, flamenco, Duesenbergs, feeling, tablas, intensidad y experiencia. Y para terminar, mención especial a Verónica Valdezate y Fernando Balbás. La mayoría de la gente cuando nos enteramos del cambio de recinto nos echamos las manos a la cabeza. Y cuando llegamos al pabellón nos las volvimos a echar; un pabellón sin preparar es un absoluto caos a la hora de sonar; una bola de sonido insoportable con acoples y poca claridad en la que no se iban a apreciar ninguna de las genialidades de esta banda. Pues no fue así, consiguieron sacar un sonido increíblemente bueno para el sitio en el que estábamos. La gente a la salida no solo elogió el concierto, sino la calidad del sonido para el lugar en el que estábamos.
Crónica y fotos: Míkel Marina García.