Es un hecho que en determinados momentos de la historia de la música, en el Rock en nuestro caso, se dé la perfecta conjunción de astros de la que surgen obras que van un paso más allá. De un modo u otro, álbumes como “Led Zeppelin I”, “Paranoid” de Black Sabbath, “Machine Head” de Deep Purple, por nombrar unos pocos, llegan para definir unas características y aportar una identidad a una corriente musical.
La primera mitad de la década de los 70 estaba dividida en términos muy generales entre el Hard Rock más crudo y directo y las complejidades del Rock Sinfónico. Ambas tendencias aportaban en mayor o menor medida elementos propios de la música clásica a sus temas y la idea que rondaba en la cabeza de Ritchie Blackmore era llevar esto a otro nivel.
Para finales de 1974, Deep Purple estaba tomando una clara orientación musical más cercana al rhythm & blues y al funk-rock debido a las influencias que llegaron con David Coverdale y Glenn Hughes. Blackmore no estaba de acuerdo en absoluto con esta nueva dirección y en cierto modo se sentía ninguneado en la banda. La gota que colmó el vaso llegó cuando sus compañeros rechazaron incluir una versión del tema “Black Sheep of the Family” en el álbum “Stormbringer”, así que una vez finalizada la gira en la primavera de 1975, abandonó el grupo.
Es por esto que Ritchie Blackmore’s Rainbow naciese tanto de una inquietud compositiva, como de un ansia de venganza. Él pretendía hacer un proyecto que rivalizase con Deep Purple, por tanto necesitaba una banda del máximo nivel. A él no le valía cualquier cosa, su proyecto debía de partir de lo más alto ya desde el principio.
“Elf” era una banda que había estado en estrecha relación con Deep Purple, principalmente haciendo de banda de soporte para estos, y con Roger Glover quien había producido sus tres discos de estudio. Si algo destacaba sobremanera en esa formación era evidentemente el vocalista Ronnie James Dio y a Blackmore no se le había pasado por alto.
Así que tras fichar a toda la banda, con excepción del guitarrista, grabaron su LP debut y comenzaron los ensayos preparativos para la gira de presentación. Fue entonces cuando Blackmore vio que los chicos de “Elf”, a excepción de Dio, no darían la talla en directo. Uno a uno fueron sustituídos por Jimmy Bain al bajo, aportando una solidez basada en la sencillez alejada de las complejas líneas de la época. Cozy Powell a la batería, creando escuela con una mezcla perfecta de técnica y contundencia, estableciendo el uso del doble bombo y patrones imitados hasta la saciedad. Y por último un jovencísimo y desconocido Tony Carey a los teclados que dejó unos brillantísimos arreglos, introducciones y solos.
Por si fuera todo esto poco, ni más ni menos que Martin Birch se sentaba a los controles para plasmar otro hito. Los astros se habían alineado.
La magia de Rising reside en su concepto. Es una obra que ensalza la épica a niveles nunca vistos hasta entonces en varios aspectos. La mayor parte del disco se aleja de las estructuras y características típicas del blues, tanto vocal como instrumental, haciendo uso de escalas, modos y cadencias más propias de los periodos barroco y clásico. Ni qué decir tiene la inclusión de arreglos y partes puramente orquestales o de elementos exóticos. A ello se le suman unas líricas llenas de misticismo y fantasía, que invitan a dejar volar la imaginación.
No quiero entrar a valorar los temas uno a uno, pues no hay palabras para describir lo que transmiten.
Simplemente puedo decir que es una obra que todo amante del Rock debe de escuchar. En sus surcos están grabadas a fuego las bases que infinidad de bandas posteriores utilizaron para crear géneros y subgéneros. El Heavy Metal, la NWOBHM, el Power Metal, el Metal Neoclásico… todo nace en Rising, el ascenso, el surgir, la creación de algo tan grande como la majestuosa torre de piedra que Dio nos narra en “Stargazer”.
Así que toma el disco en tus manos, tanto si lo has escuchado un millón de veces, como si es la primera vez.
Déjate hipnotizar por la imponente carátula del ilustrador Ken Kelly y déjate llevar a un mundo mágico, heróico, que te atrapa en su grandiosidad como el puño que atrapa el arco iris.
Rainbow Rising merece ser descubierto y redescubierto una y otra vez, se lo debemos todos los que amamos esta música, por cuanto aportó, porque tal vez no se vuelvan a alinear astros como aquellos que creen una obra inmortal como esta.
Aunque mis ojos sangren, yo aún veo ese arco iris allá en el horizonte. Y tú?
Mario Herrero