En Torrelavega había planes más alternativos esa noche, como la presentación del disco de Aranea Adventus, o el minifestival entre La Nueva Lambiona y el Groez. De ambos os hablaremos en breve a través de esta misma página, pero de momento vamos a echar un ojo a lo que sucedía en la plaza central de las fiestas de la Patrona.
Hay bastante hostilidad en el mundo de la música hacia los tributos. Se suben a un escenario con canciones que no son suyas, con una estética que no es suya, a recoger un aplauso que no era para ellos. El polvorín, que llevaba tiempo caliente, estalló este mismo año cuando Kutxi de Marea utilizó el término “avergüenza familias” en una rueda de prensa, para referirse a este tipo de bandas y el cantante de Besos de Perro, le contestó mediante un largo video en el que explicaba sus motivos y razones.
En general, mi postura con respecto a los tributos es bastante más moderada. No son mi espectáculo favorito, al igual que no lo son las orquestas, ni los grupos de versiones. Pero tampoco creo que sean el mal encarnado en el mundo para terminar con la música amateur. Gran parte del problema no es de las bandas tributo, que han aprovechado la grieta para hacer negocio, a veces con mucho corazón, otras sólo con la billetera, sino de toda la estructura que ha conseguido que la gente prefiera el recuerdo, antes que la vida presente. Ahí entran también las radios que sólo programan música que ya conoces y encima presumen de ello en sus jingles. Si le preguntases a Adam Smith, probablemente te diría que “Es el mercado, amigo”, y “People wants, what people wants”, pero la realidad es más compleja, la mano invisible tiene sus motivos y en general la nostalgia es un negocio redondo, no hace falta grabar nuevos discos, ni promocionarles, sólo seguir sacando leche de la teta que nunca se seca.
El verdadero problema que hay detrás de todo ello, es que es imposible para ningún artista nuevo medirse con el legado engrandecido por músicos que ya han disfrutado tres o cuatro generaciones. Rolling Stones son dioses, y ninguna canción se puede parecer a las de los dioses, no porque no sean buenas, si no porque las que ya hemos mitificado son esas, y ese hueco ya está cubierto. Como dice mi amigo Iñigo de Quaoar, si nadie recordase las canciones de Los Beatles y las escribieses de nuevo, ni dios les haría caso. Nadie apuesta por nada nuevo, ese es el puto problema, que no se educa a la gente para consumir, además, música actual, y para prestar atención a las bandas del entorno cercano, a veces tan talentosas o más que las mitificadas.
Los tributos, son sólo tributos. Para mi, igual de lícito es Piero Venery haciendo de Freddie en el Boulevard de Torrelavega que Rami Malek en una superproducción de Hollywood. Interpretar una partitura clásica sea de Mozart o de Genesis es un acto lícito.
La primera y segunda acepción de la palabra tributo en el diccionario de la RAE se refieren a ella como impuesto y sometimiento al señor. La gestión de derechos es un desastre, en el país en el que estamos. Me temo que si en la SGAE se dedicasen un rato a prestar atención a eso, en lugar de seguir poniendose en evidencia, muchos de los otros problemas caerían por su propio peso. Las bandas tributadas estarían contentas de sacar dinerito sin hacer nada, y probablemente muchas de las bandas tributo tendrían que volver a echar cuentas para ver si les renta tanto tocar música de otros.
Ni les odio, ni les amo. He pasado ratos divertidos viendo homenajes a Depeche Mode, The Cure, The Beatles y tal vez alguno más… No es mi opción favorita, pero a veces funciona, y por otro lado me parece un plan agradable, familiar y educacional para poder transmitir a mis hijos el repertorio de los grandes clásicos.
Para que un espectáculo de imitación funcione, para que puedas durante algún momento tener la fantasía de que tienes a los originales delante del morro, en las fiestas de tu pueblo, tiene que atender a dos pilares básicos. Uno es el parecido físico. Si lo clavas, pero no consigues la estética, te conviertes en una buena banda de versiones, cómo Trallery cuando hacen de Metallica, o como aquella banda que cerró aquella vez el Milwookis. Es muy respetable, pero la sensación es otra. Si además de parecerte consigues que la interpretación sea buena, ahí lo tienes. Eso pasó ayer. La DueMusic, lleva trabajando con espectáculos Queen desde el 2006, y despues de un casting mundial en 2014 encontraron a este italiano que tiene una notable interpretación vocal y un sobresaliente parecido físico, y además ha trabajado la interpretación para clavar los gestos y las poses de la reina.
Pocas bandas pueden presumir de tener un repertorio tan lleno de clásicos populares como Queen. La fiesta se hace sola, sin irse demasiado por las ramas te salen un par de horas de imprescindibles que se sabe cualquier persona que no haya nacido sin orejas. La lluvia lo intentó, pero el espectáculo visual y musical fue tan potente que no consiguió que la plaza dejase de estar llena. Dejando para el recuerdo, momentos muy memorables. Que sí, que no eran Queen, que sólo fue una obra de teatro, pero permitidme un Spoiler, Bruno Ganz es suizo, y en mi opinión debería de haberse llevado un Oscar haciendo de Hitler en El Hundimiento.
Nos reimos mucho con la locura de I Want to Break Free, jaleamos el strip tease con bandera patria, a lo Marta Sanchez, acompañamos el We Will Rock You a las palmas y llenamos la plaza con un Bohemian Rhapsody a Capella. A mi con eso me vale. Se que de Freddie sólo quedan cenizas, pero quiero creer que ayer hubiese sonreido y se hubiese emborrachado un poco viéndose desde fuera. Show Must Go On me puso literalmente los pelos de punta, sentí que es verdad eso que dice Emboque de que nuestra alma va a vivir en canciones, y tal vez, si escribimos una lo suficientemente buena, alguien la cante después de que estemos muertos.