La noche del 7 de febrero quedó marcada por un evento que a priori representaba todo un acontecimiento ¡Revocation venían a la ciudad! en un evento promovido por Madness Live. Entre semana siempre es algo complicado mover al público, más con una tarde desapacible, lluviosa. Por otro lado, cierta tendencia de esperar a comprar las entradas en el último momento, parece que abre la puerta al arrepentimiento de último momento. Aún así, la semana era joven ¡tan sólo era martes! y la noche es más joven todavía.
Con una precisión casi suiza, las puertas de la Sala Copérnico comenzaban a funcionar. A las 19:05 (minuto más, minuto menos), arrancaba el show que abrían unos tejanos que se subieron a las tablas sin hacer ruido, como el que pasa al salón de su casa “a coger qué se yo”. Una vez en ellas, miraron hacia abajo, donde ya se habían congregado alrededor de 100 personas que observaban los movimientos parsimoniosos de estos muchachotes conocidos como Creeping Death.
Sin mediar provocación “dispararon” sin compasión sus instrumentos, comandados por la batería del pelirrojo, con cara de niño bueno, Lincoln Mullins. La batería era una máquina de relojería que pegaba duro, a la cabeza y con saña. Reese Alavi a las voces vomitaba odio y agresividad en sus guturales y las cuerdas hacían colgar nuestros oídos de sus acordes y solos, brutales, rápidos, precisos, profundos. No tardaron en captar la atención de la sala que se enganchó sin remisión, durante los veintipocos minutos que duró la actuación, breve pero más que intensa, en un escenario reducido y con un volumen comedido pero suficiente y un sonido mucho más que aceptable.
Fue un impresionante comienzo que presagiaba lo mejor, y lo mejor estaba por llegar. Esta noche la intensidad iba subiendo banda a banda. Cada una hacía lucir una sonrisa de felicidad y éxtasis, que la siguiente hacía más patente y ampulosa, hasta casi romper nuestras mandíbulas. Pero vayamos por partes que ésta, se acaba. Descerrajaron un setlist reducido, pero coquetón y demoledor que da paso con bastante celeridad a los segundos de la noche que son, ni más ni menos que Alluvial.
Buen sabor de boca había dejado Creeping Death, encendiendo las llamas del infierno. Ahora subían los Alluvial a echar octanos al fuego fatuo que aún ardía en nuestras cabezas. Fue un set si cabe aún más corto pero, de nuevo con un fantástico sonido desgranaron el setlist que vienen trabajando en esta gira, unos veintidós minutos que supieron muy bien, aunque dejaron con ganas de más. El público, ya situado confortablemente, comenzó a agitarse en forma de pogo y la fiesta arrancó, definitivamente para no detenerse hasta el final.
En estas noches de día laborable, los cambios de escenario me recuerdan mucho a los cambios de neumáticos en la Fórmula I. Frenéticos, eficaces, raudos. En muy pocos minutos el escenario pasa a ser propiedad temporal de otra banda. La batería perfectamente montada, los cables tirados, las pedaleras encendidas y los amplis rugiendo Metal y fuego. No lo dudéis, corrieron y mucho y sin darnos cuenta, ahí estaba Goatwhore subidos al escenario derrochando carisma, experiencia y esa mezcla de Death, Thrash y Black que sólo ellos dominan a un nivel de perfección insultante.
Fue sensible la subida de volumen, lo que agradecimos porque sonaba inconmensurablemente y además, alto, como puestos los volúmenes al 11 y la actuación desbordó la pasión, hasta el punto que saltaron los plomos. Jajajajaja. Bueno, algo saltó y hubo que detener el espectáculo unos segundos, incidente resuelto con agilidad y que no deslució, en absoluto, el global del set, que nos dejó con el labio inferior recogiendo las colillas del suelo. Ah, no, perdón, que ahora no se fuma en las salas. Bueno, ya me entendéis…
Aproximadamente un 40% del set lo dedicaron a su último trabajo Angels Hung from the Arches of Heaven, que saliera en 2022, pero hablamos de una banda que tiene un curriculum impresionante y muchos años de carrera en los que han creado obras maestras que merecen atención por atemporales y memorables. Abrieron con Chaos Arcane de Vengeful Ascension y cayeron dos temas del considerado mejor álbum de Goatwhore, Constricting Rage of the Merciless, en concreto FBS y Baring Teeth for Revolt.
Revisitaron sus 4 anteriores trabajos y redondearon un set lleno de fuerza, simpatía, conexión con el público, poderío, tablas y un regusto aguardentoso fantástico, que nos dejó la voz cazallera, rajada, llena de personalidad y presencia de Louis Benjamin Falgoust II. Más majo que las pesetas y con al que tuvimos oportunidad de saludar luego, por la sala.
La noche avanzaba inexorable a su fin pero no sin antes disfrutar de la actuación de los cabeza de cartel, Revocation. Un conjunto de temas interpretados con la maestría que luce el Death Metal técnico de estos naturales de Boston que venían con un halo bien ganado de bandaza. El escenario, una vez más es liquidado y montado con presteza dejando un amplio espacio para que se movieran a gusto. Las luces, ahora sí, más presentes y participativas que antes ofrecen un espectáculo colorista que apoya el trabajo de la banda. Las cuerdas, espectaculares. La percusión poderosa y medida ¡Una gozada para los sentidos!
Esta noche dedican especial atención, como no podía ser de otra manera, a su nueva edición Netherheaven. Magnífica entrega de septiembre del año pasado que vienen a promocionar en esta gira, para mayor disfrute de la audiencia, que nos habíamos congregado en gran número, más para un día como este, de labor y desapacible, con prácticamente, toda la semana por delante. Tras arrancar con Nihilistic Violence y Diabolical Majesty procedentes de Netherheaven intercalan The Outer Ones y That Which Consumes All Things del homónimo larga duración The Outer Ones y completan su set con temas de Deathless, Great Is Our Sin y Existence Is Futile.
Una elección, ésta, muy completa y deliciosa, que hace mover a los entregados concurrentes que sudan las camisetas a pesar del fresquete que les espera unos escalones más arriba, en la calle Fernández de los Ríos, donde la brisita y la humedad ambiental por esas gotillas juguetonas, que nos acompañaron en los ratos de asueto cigarrero, entre banda y banda, hacían poco apetecible la salida de la cálida y confortable Sala Copérnico.
Poco más puedo añadir a una noche espectacular, con buena entrada, enormes bandas, magnífico sonido y brillantes luces. Con el gustito en el cuerpo, cada mochuelo partió hacia su olivo o bar de guardia a regurgitar lo vivido en esta jornada brutal y gustosa.
Texto: Juan Carlos López Aguilar.
Fotografías: Juan Carlos López Aguilar.